Al tratar el tema de la violencia contra la mujer solemos detenemos en la violencia física, verbal, emocional o psicológica, ejercida en principio por el género masculino. Sin embargo, hay otro tipo de violencia, más sutil, que día a día, hora a hora, hace a la mujer víctima de una violencia en particular, poco atendida y aún no tipificada de manera expresa en nuestra normativa jurídica, y es la conocida como violencia estética.
La violencia estética consiste en una presión desmedida para que la mujer consiga un canon de belleza determinado, y que la llevará a someterse a modificaciones estéticas invasivas, aun cuando estos puedan implicar graves daños en su salud física y mental. También se le conoce como ‘body shaming’, que significa ‘humillación corporal’. Es un tipo de violencia al cual estamos familiarizados a través de comentarios que buscan humillar, burlar, avergonzar, a una persona por su apariencia física.
Deberíamos tener las estadísticas, pero al menos todos conocemos algún caso sobre mujeres adictas a cirugías estéticas; del deceso de muchas de ellas a través de los años, dando lugar a muertes a destiempo, con niños en la orfandad, familias enlutadas, así como también, si no se disponen de los recursos, el estar dispuestas a trabajar duro para lograrlo, o generar deudas, creándose a veces conflictos familiares por estos temas.
La raíz de esta violencia está vinculada al bombardeo, que por los distintos medios de comunicación, se promueve un culto al cuerpo perfecto y a lo que me atrevería a llamar “la globalización de la belleza en el mundo occidental¨, y de la cual los hombres han quedado a salvo, pues pareciera que ellos son el punto a servirse. De aquí se desprende otro mal, la publicidad sexista, que lleva a la cosificación de la mujer, y que será otro tema pendiente, Dios mediante, de dar la cara.
De manera arbitraria la industria de la belleza, nacional e internacional, (cada una defendiendo sus respectivos intereses), a través de la publicidad convencional, y por las redes sociales, han decido establecer cuál es el modelo o patrón de la belleza, a fin de estar frente a un espejo distorsionado de la realidad, con mujeres siempre ”bellas, jóvenes y delgadas”, y entrar en “ese molde” de cuerpo perfecto, se requerirá de innumerables sacrificios físicos, psíquicos y económicos, debido a procedimientos quirúrgicos riesgosos, gastos fuera de presupuesto, realizados para aumentar el autoestima, superar la depresión, el odio a partes del cuerpo o incluso el cuerpo mismo, y sin hablar de los problemas de anorexia y bulimia, y jornadas extenuantes de ejercicios físicos y rígidas dietas para estar delgadas, tonificadas, o bien como dicen,“ muñeca-muñeca”. Daños estos, que están y han sido provocados por dicha industria, sin que nadie les llame a cuentas. Alabamos la belleza, pero sin violencia.
Toda esa violencia física y psicológica está siendo ejercida por la mujer contra si misma, quien es a la vez víctima y victimaria en su propio cuerpo, pero a su vez, dentro de sus victimarios están todas esas campañas publicitarias que promueven ilusiones ante la vista gorda de las entidades de protección a la mujer.
Somos llevados a erigir un culto de la belleza desde temprana edad, y que termina en muchos casos arruinando de diversas maneras la vida sana y alegre de la mujer. Se vale alzar la voz. Años atrás la industria de cosméticos Dove, lanzó la campaña “Por una belleza real”, cuyos comerciales pueden ser vistos en YouTube, los cuales llevaron un mensaje de que en toda mujer hay belleza.
Hoy damos la cara para que este tema sea parte de las políticas públicas en favor de la mujer. Es notorio el avance que en materia de legislación a la fecha hemos logrado en beneficio de los derechos de la mujer, pero respecto a este tipo de violencia que denunciamos, no hay nada, no decimos nada que procure lograr cambios favorables en beneficio de todos.
De cara al Ministerio de la Mujer.
Mediante la Ley No. 86-99, fue creada la Secretaría de la Mujer (ahora Ministerio), con la encomienda de impulsar políticas públicas “coherentes para la real integración y proyección de la equidad de género en todos los ámbitos de su vida nacional.” En el artículo 2 de dicha Ley, dentro de sus atribuciones están “operativizar el compromiso del Estado con la erradicación de todas las formas de discriminación en contra de la mujer.”, y “Evaluar las políticas en lo que concierne a su impacto sobre las mujeres y propiciar los correctivos necesarios”.
En su página web, no vemos ningún tipo de medición que nos permita objetivamente apreciar qué hemos logrado y hacia dónde vamos. No tiene un portal de estadísticas disponibles, aparece “algo” en Transparencia. Necesitamos saber cuántas mujeres somos, escalas de edades, cuántas estudiantes, amas de casa, obreras, profesionales, empresarias, madres solteras, adolescentes embarazadas, en discapacidad, en prisión, etc. Qué proyectos están siendo implementados y su efectividad o no, y a partir de “esa evaluación”, que bien le impone la Ley, se deberán seguir los lineamientos para integrar a la mujer, en su diversidad.
Necesitamos un Ministerio de la Mujer que se vista de mujer, desde la niña hasta su ancianidad, velando por el cumplimiento de igualdad en los puestos de relevancia de la nación, en el respeto a su dignidad y valores, y alzando su voz contra todas las modalidades de violencia contra la mujer, y estudiando los rasgos de violencia propios de nuestra cultura, para un mayor enfoque de solución a este mal social.
La mujer necesita apoyo. El Ministerio, según publica en su página, ofrece asistencia psicológica para las víctimas de violencia de género, pero hasta ahora, no hay programas diseñados para otros tipos de vulnerabilidades, como bien pudieran ser los casos de la violencia estética.
De cara a la Ley 24-97.
Ley 24-97, que introduce modificaciones al Código Penal, al Código de Procedimiento Criminal y al Código para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes.
En mi apreciación, es una de las más importantes leyes de cara a la mujer y a la familia con que cuenta nuestra legislación.
Artículo 309-1, se refiere a la violencia en sentido amplio y queda tipificada la violencia psicológica.
“Constituye violencia contra la mujer toda acción o conducta pública o privada, en razón de su género, que causa daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico a la mujer, mediante el empleo de fuerza física o violencia sicológica, verbal, intimidación o persecución.”
Este artículo debe ser analizado más allá de la apreciación ordinaria de violencia de género y ser visto válidamente como una tipificación penal extensible para cualquier tipo de violencia psicológica, incluida la violencia estética, en la cual podemos asimilarle a los efectos del “síndrome de la mujer maltratada”, en la cual la mujer afectada no siempre es consciente de su nivel de dependencia emocional, y suele defender o justificar a su victimario o agresor.
La concurrencia de decenas de mujeres a procedimientos quirúrgicos o bien el introducirse sustancias invasivas en su cuerpo, y las secuelas físicas y psicológicas, es un tema de salud pública, por un lado, y por el otro, del Ministerio de la Mujer, de la Procuraduría General de la República, del Defensor del Pueblo, así como de las entidades no gubernamentales de defensa de la mujer. Es un tema de todos.
Finalmente, ¿A qué aspiramos?
- Que el crecimiento del mercado de la salud en la industria de la belleza es proporcional a la presión social de la cual la mujer está siendo víctima, sin que a la fecha se tenga una respuesta institucional necesaria para dar la cara.
- A que el Ministerio de la Mujer, se ponga para lo suyo. Que su página web informe lo que la ciudadanía necesita conocer como derecho fundamental a la información. Que tenga un portal que ofrezca estadísticas. Sin estadísticas nos aventuramos a la improvisación y a la mala administración de los recursos escasos, pudiendo ser descuidadas las prioritarias. Necesitamos información relevante, y a partir de ahí, diseñar políticas que sean amigables con toda mujer. La mujer pareciera estar siendo discriminada desde su propio Ministerio.
- Que a las entidades de la industria de la belleza, se les obligue a colocar una coletilla informativa, como lo vemos para el ron y el alcohol, sobre los riesgos que se asumen con procedimientos quirúrgicos invasivos, así como recibir una orientación psicológica previa, que permita a la paciente, o a la clienta, valorar su autonomía o libertad de decisión.
- Que las promesas publicitarias sobre los efectos milagrosos de los cosméticos, se informe sobre su base científica o no.
- Que demos la cara en favor de la mujer, por una real igualdad y equidad de género.
- No a la violencia estética o “body shaming”.