De casa de piedra a moderna vivienda

De casa de piedra a moderna vivienda

Los hermanos Botello crecieron en una casa de piedra de un poblado mexicano que ni siquiera aparece en los mapas, pero ahora viven en modernas viviendas gracias a las remesas enviadas desde Estados Unidos, un dinero que Donald Trump amenazó con intervenir.
“No hubiera podido tener mi casa ni mi camioneta sin ese dinero que gané allá”, dice a la AFP José Botello, de 28 años, mostrando con orgullo su confortable hogar en la pequeña localidad de Piedras Negras, en el centro de México.
Tras dos años en Estados Unidos, José y su hermano Federico, de 24 años, regresaron en diciembre para casarse en esta comunidad de unas cuantas calles de tierra, donde el sol cae inclemente.
En Naples, Florida, siguen aún otros cuatro hermanos que también ahorran cada dólar soñando con una vida mejor.
Las remesas enviadas por mexicanos desde Estados Unidos son el principal sustento de numerosas familias, principalmente campesinas, y figuran entre las mayores fuentes de ingresos de México, con récord de casi 27 000 millones de dólares en 2016, un 2.6 % del PIB nacional.
Por eso, el Gobierno mexicano permanece vigilante ante los amagos del presidente estadounidense Donald Trump de intervenir o tasar las remesas para financiar su polémico muro fronterizo.
Sacrificio. Ser migrante “es un sacrificio porque la pareja, mi esposa se queda, pero la verdad vale la pena porque solamente así se puede salir adelante”, explica Federico, quien construyó su casa en un terreno que también alberga decenas de cabezas de ganado compradas con sus ahorros.
“A lo mejor me quedo un año más”, relata desde Naples por teléfono su hermano Gabriel, de 22 años, para quien migrar es una alternativa económicamente interesante ante la falta de oportunidades en su tierra.
“Nos ha ido bien, no se han visto redadas por acá, pero si ya nos toca, pues ni modo, de regreso”, añade el joven, que asegura ir de casa al trabajo y del trabajo a casa: “La vida de un indocumentado”, resume.
Además, estos hermanos no hablan inglés, solo manejan el español básico.
Trabajo temporal. Los Botello entraron a Estados Unidos legalmente con una visa de trabajo que “alguien”, afirman, les consiguió en la embajada estadounidense en México por $2 500 dólares. El permiso era por tres meses, tras los cuales se convirtieron en indocumentados.
Pero todo valió el esfuerzo, dice Gabriel, pues a los cuatro hermanos les pagan un promedio 20 dólares por hora trabajando como albañiles. Algunos meses “cada uno mandamos (a México) 2 000 dólares y vivimos con 1 000”, explica.

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