Hoy, a propósito de las elecciones, quiero referirme al término “clientelismo” definido o bautizado como práctica de los líderes o dirigentes políticos que consiste en pagar o compensar la militancia partidaria con dinero, posiciones o cargos en instituciones públicas o pertenecientes a los candidatos a cargos electivos.
Lo bonito del clientelismo es cuando el votante comprado se convierte en paciente, porque, fuera de la compensación inicial, el candidato triunfante frecuentemente no cumple sus promesas y convierte en un suplicio o viacrucis para el esperanzado cliente, una oferta que nunca cumplirá.
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Otro ejemplo de transformación de cliente a paciente puede observarse cuando en un banco que podría llamarse “de todos los dominicanos” a la hora del almuerzo, de 9 cajeros solamente dejan 2, dando servicio a una extensa fila de clientes que tienen que revestirse de paciencia (pacientes) para no armar una revuelta o un lío por la falta de respeto.
Los cantos de sirenas de los políticos y algunos banqueros deben oírse con sentido crítico para no pasar de clientes a pacientes engañados y maltratados.