De cómo Bush podría arreglar sus fracasos políticos

<p>De cómo Bush podría arreglar sus fracasos políticos</p>

Por Strobe Talbott
Estados Unidos enfrenta en Irak lo que podría resultar el fracaso de mayor consecuencia en la política exterior de su historia. El otro único contendiente para tal distinción es la guerra en Vietnam. Pero Vietnam era un Estado unitario que había sido dividido artificialmente -y por lo tanto, temporalmente-, mientras que Irak era un estado unido artificialmente que quizás ahora haya quedado dividido de manera permanente. Además, Irak, a diferencia de Vietnam, está rodeado por fichas de dominó.

Los orígenes de la catástrofe, al parecer inevitable en y alrededor de Irak, se remontan a los inicios de la presidencia de George W. Bush. En los primeros nueve meses en el cargo, la administración prácticamente suspendió la diplomacia en el Oriente Medio y debilitó o anuló una serie de acuerdos multilaterales.

El resultado fue un resentimiento creciente por todo el mundo sobre la indiferencia de EEUU ante las leyes, instituciones, tratados y alianzas internacionales.

Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la administración derrochó una avalancha de instantánea, buena voluntad internacional. Rechazó una oferta sin precedentes de la OTAN, de desplegar tropas junto a las fuerzas estadounidenses en Afganistán y utilizó los ataques terroristas del 11 de septiembre a EEUU como un pretexto para atacar a Irak, en parte, por haber “unido los punticos” entre el terrorismo con base afgana y el totalitarismo iraquí, aunque los dos fenómenos estuvieran separados y fueran hostiles entre sí. La invasión a Irak fue la marca tope del agua del unilateralismo de Bush y la más baja de la posición de EEUU ante los ojos del mundo..

En los meses y años por venir, EEUU va a necesitar una participación máxima dela comunidad internacional, particularmente para la “ofensiva diplomática” recomendada por el Grupo de Estudios sobre Irak Baker-Hamilton. Eso va a requerir no solo una nueva perspectiva hacia Irak, sino un cambio de la política exterior estadounidense. Sin embargo, la reticencia con la cual Bush cedió en sus esfuerzos por mantener a John Bolton como embajador de EEUU ante la ONU indica que o bien no entiende hasta qué punto Bolton personificó el desprecio de la administración por el órgano mundial, o peor, no le importa.

Cualquiera sea el derrotero que el presidente escoja en Irak, va a necesitar a la ONU. Debería designar un nuevo embajador en la ONU que estuviera inclinado y a la vez contara con el poder de fortalecer una institución que EEUU sistemáticamente a menospreciado en años recientes. Con esto en mente, Bush debe reunirse temprano en el Año nuevo con Ban Ki-moon, el secretario general entrante, y ayudarlo a establecer, a nombre del órgano mundial, la mejor relación posible con el Congreso [de EEUU].

Otro paso bien recibido sería que EEUU dejara de boicotear el nuevo Consejo para los Derechos Humanos en la ONU, un sucesor -y una mejoría- de la antigua Comisión de Derechos Humanos que Eleanor Roosevelt ayudó a establecer.

La administración necesita encontrar otras formas para dejar claro que respeta la ley internacional. Bush insultó a muchos amigos en el mundo al “no firmar” un tratado que establecer un Tribunal Criminal Internacional. Como mínimo, la administración debería abandonar los esfuerzos por desestimar las convenciones de Ginebra y sobre la tortura, y negarle el hábeas corpus a los detenidos. Después de haber utilizado las prisiones de Saddam Hussein para torturar algunos prisioneros capturados por la coalición, y después e haber enviado otros a países donde probablemente serían torturados, EEUU debe cerrar sus instalaciones para detenidos en la Bahía de Guantánamo, o hacerlas cumplir con los principios de Ginebra.

Además de la ONU y otras instituciones internacionales con las cuales EEUU desempeñó un papel clave para su edificación después de la Segunda Guerra Mundial, el régimen global para el control y no proliferación de armas está en peligro -de nuevo, en gran medida, gracias a las políticas de la administración Bush. Desde 2001, EEUU se ha retirado del Tratado de Misiles Anti-Balísticos, ha diluido el proceso de reducción de armas estratégicas, ha permitido que el Tratado de prohibición de Pruebas languidezca sin ser ratificado y le ha hecho un daño considerable al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.

Pasos remediales incluyen: regresar a las negociaciones con Rusia sobre niveles significativamente más bajos de armamento nuclear, buscar activamente una moratoria en la producción de material fisible, y apartarse de coquetear con la idea de desarrollar nuevas ojivas nucleares que requerirían pruebas, y por lo tanto, romper con el CTBT.

El destino del Protocolo de Kioto sobre el cambio climático -que Bush declaró “muerto” en 2001- podría parecer extraño a retos como los problemas del terrorismo, Irak y la debilitada política de EEUU en el Oriente Medio. En realidad, sin embargo, el obstruccionismo y oscurantismo de la administración sobre el calentamiento global, durante más de cinco años, ha llegado a simbolizar lo que gran parte del esto del mundo rechaza en el estilo u sustancia del liderazgo de EEUU. Un respaldo vigoroso de la administración a la legislación de EEUU para limitar los gases que atrapan el calor sería un paso hacia un acuerdo internacional negociado.

Hasta el optimista más decidido (y los de este tipo son difíciles de encontrar por estos días en Washintgon) comprende que el reto de Irak y su región nos va a acompañar -a todos nosotros- durante años. Cualquier paso que Bush pueda dar para restablecer una forma de liderazgo estadounidense que otros estén dispuestos a seguir no solo le estará haciendo un favor a sus sucesor, sino al pueblo de Estados Unidos, además de a su propio legado. Con toda seguridad, si hay algo que Bush desearía hacer más que aferrarse a sus pistolas, es evitar que su presidencia termine en un fracaso sin precedentes.

VERSION IVAN PEREZ CARRION

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