De colores, de bebidas y de algunas tramposerías

De colores, de bebidas y de algunas tramposerías

Mi amigo José Ulises vive en un sector tranquilo, de buenos vecinos, en confraternidad e intercambios.

Voceríos, a veces, de varios pequeñines que se desenvuelven en algarabía, sin alborotos.

José Ulises, por delectación u otras razones, dedica tiempo a la lectura. Dedica tiempo, también, a pergeñar algunas cartas u otras piezas, unas que hace llegar a personas en el extranjero, que desconozco.

No lejos de su casa, ubicada en el sector suroeste de la ciudad, no se sabe por cuáles razones, existe una vigilancia militar. Nuestro amigo pasa a veces por el frente, despreocupadamente, y saluda al grupo que se reúne en torno al vigilante.

José ha notado que el señor que porta la carabina lo mira de manera rara. José puso un poco de indiferencia.

Una vez el uniformado intentó decirle algo, pero desistió.

Parece que fue solo un intento.

   Pasaron días sin novedad. Mas, una tarde en que José Ulises llevaba unas páginas dentro de una carpeta colorada, para hacerlas digitar en un centro del sector,  el señor de marras se atrevió a decirle:

–A usted le gustan mucho las cosas rojas…

Mi amigo le respondió.

– ¿Usted se ha dado cuenta? – Hasta un carrito rojo tenemos en casa ¿Le molesta?

Nuestro amigo siguió su marcha.

Un día le tocó llevar de paseo a un libro encuadernado en rojo.

El encuadernador era un viejo amigo establecido al final de la Isabel la Católica, próximo a la avenida España, de Santa Bárbara.

El encuadernador y José acordaron encuadernar: libros de poesías, en rojo; novelas cuentos, ensayos, en  azul.

El tomo en manos de José Ulises  estaba integrado por tres libros, pequeños de poesías de Juan Ramón Jiménez, merecedor del premio Nobel de Literatura: “Estío” (1944); “Belleza” (1945) y  “Poesía” (1945), ediciones de Editorial Losada, S. A, Buenos Aires, Argentina. Esta vez, animada tertulia callejera, parece que el observador y técnico de calores no pudo o no quiso hacer nada.

Mi amigo respiró, y se dijo: ojalá que deje de molestarme. Pero no sucedió así. Antes al contrario.

  Don José Ulises cuenta que pocos días después, quizás por el calor, se puso una camiseta de algodón, lo que parecía temerario, provocativo. ¿Por qué?

Inmediatamente escuchó este piropo de quien tanto lo había provocado:

–La camiseta es blanca, pero tiene impresa la figura del “Che” Guevara.

Era la última provocación que se podía escuchar. Aún así se serenó.

El “marchante” agregó:

–Todo lo suyo gira en torno a lo “colorao”. Seguramente, su color favorito.

Mi amigo se sentía hasta la coronilla.

Y dijo:

–Por si esto enriquece el perfil que usted se propone levantar de mi, le dejo este dato: Mi bebida favorita es el Cuba-libre.

José Ulises creyó que con esto concluiría todo diálogo  y se encaminaría hacia el calvario.

El acosador no había concluido. Por lo menos enfáticamente requería motivaciones, y expresó.

–Rojo por todos lados.

Nuestro amigo no quiso cerrar aquí, pues lo entenderían como una claudicación:

–Pues mire, amigo, lo equivocado que está. Contrariamente a sus afanes, yo soy LICEISTA.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas