De cómo el cristianismo devino en conservador

De cómo el cristianismo devino en conservador

Cuando se escucha a los principales voceros eclesiásticos, católicos o evangélicos, se puede inferir el cristianismo al lado del poder y de los ricos.
La realidad de hoy es que, nuestros pastores disfrutan de las mieles del poder, y, debido a eso, cuando hablan lo hacen desde el sistema político vigente, con honrosas excepciones. Sus voces suenan casi siempre a favor de los de arriba, y en contra de los de abajo, y eso ciertamente podría ubicar el cristianismo como una ideología conservadora.
Pero, eso no es lo que leemos sobre Cristo en los evangelios. En la sinagoga Jesús dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lc.4.18). En su discurso público Jesús comenzó diciendo: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (Lc.6.20). A un rico que le quería seguir dijo: “Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Lc.18.22), y luego añadió: “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lc.18.25). A partir de aquí, la primera iglesia, siguiendo sus enseñanzas, produjo una comunidad que Kausky (1908) describe como “comunismo del cristianismo primitivo”, admitiendo que “el cristianismo en sus principios era, sin duda alguna, un movimiento de las clases empobrecidas”. El libro de Los Hechos describe el fenómeno de la siguiente manera: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hch.2.44-45).
La trampa vino con la conversión de Constantino (312), cuando la iglesia emigró, de las catacumbas, al palacio del emperador, y poco a poco devino en iglesia domesticada: se infiltraron supersticiones populares; se sustituyó la estructura circular de los apóstoles por la estructura piramidal del imperio, y, apareció una iglesia rica en bienes materiales, pero pobre en riqueza espiritual.
La Reforma Protestante (1517) fue un intento de retorno al cristianismo primitivo, y significó, no solo enfrentar las tradiciones medievales, sino al clero corrompido y el maridaje con la monarquía. De ahí vino una respuesta que, aunque al principio fue conservadora, en un segundo momento se tornó radical. Es el caso de la revolución anabaptista de Münster (1524) cuando los campesinos rebelados quisieron instalar una sociedad bajo el modelo del cristianismo primitivo, incluyendo repartir la riqueza a los pobres. Es el caso también de la revolución de Cromwell (1653), y en la que los puritanos armaron un ejército disciplinado para luchar contra la monarquía. Es el caso también de la “revolución gloriosa” (1688) que acabó en Inglaterra con la monarquía absoluta, estableciendo el imperio de la ley, y la democracia parlamentaria, fenómeno que luego se extendió a Europa y a las principales colonias protestantes.
Michael Walzer (2008) reconoce el puritanismo inglés como “la forma más temprana de radicalismo político”, mucho antes que la revolución francesa (1789) o la revolución bolchevique (1917). Los puritanos querían llevar la ‘reforma’, no solo a las estructuras eclesiásticas, sino al mismo Estado, “a fin de reconstruir la sociedad de acuerdo con la palabra de Dios o los planes de sus iguales”. Los “avivamientos” (Whitefield, Wesley, Finney) fueron fenómenos masivos de ‘conversión’ y ‘santificación’, pero siempre con una repercusión política. Por ejemplo, el partido laborista inglés, según Max Weber (1905), “le debe más a Wesley que a Carlos Marx”. Los seguidores de Wesley en Inglaterra crearon la seguridad social, eliminaron la trata de esclavos, y algunas mujeres fueron pioneras del movimiento feminista. Lo mismo sucedió durante el avivamiento de Finney en los Estados Unidos, cuando sus seguidores combatieron la esclavitud, y reclamaron el sufragio femenino.
El gran viraje vino con el evangelicalismo americano, con errores muy concretos: 1) sustitución del reclamo de justicia social por una ética de temperancia (no alcohol, no tabaco, no juego); 2) formación de institutos bíblicos para formar pastores, abandonando el espacio de la universidad secular; 3) las iglesias ‘históricas’ pasaron a ser iglesia oficial o a recibir prebendas del Estado, con lo cual se produjo la domesticación, dejando de ser voz profética por la justicia social, y, 4) maridaje del ‘conservadurismo teológico’ con el ‘conservadurismo político’, en el apoyo, por ejemplo, a la guerra de Vietnam.
Esta es la historia de domesticación, como en los tiempos de Constantino, pues, al disfrutar de las mieles del poder, los evangélicos devinieron en conservadores.

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