De cómo el PPH lesionó al PRD

De cómo el PPH lesionó al PRD

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
La tarea que tiene por delante el Partido Revolucionario Dominicano no es pequeña. Tiene que renovarse en términos organizativos, en términos ideológicos y en términos éticos. Conseguir estos cambios es una labor más que fatigosa y difícil.

El triunfo electoral del 2000 constituyó una generosa oportunidad que los electores concedieron al perredeismo para que demostrara que sus fallas tremendas de su última administración, sobre todo en el manejo de la economía y de los fondos públicos, constituyeron una pérdida coyuntural de la perspectiva política. Pero para sorpresa de los observadores, el comportamiento del gobierno blanco a partir del 2000 no solo desaprovechó la oportunidad sino que repitió con creces y de la forma más burda posible aquellos errores.

A ese hecho, grave en sí mismo, se sumó la desaparición del líder, lo que ponía sobre la mesa el hecho de la transición y todos los problemas que ésta suele aparejar en cualquier organización, política o no. En este caso, debe subrayarse, la transición estaba adelantada como particularmente compleja en razón de que terminaba un liderazgo irrepetible, no solo por el atractivo carisma y talento del doctor José Francisco Peña Gómez, sino por el estilo paternal y cuasi familiar como  este manejaba la poderosa organización política.

Los perredeistas saben que en las manos del doctor Peña Gómez los estatutos de la organización eran elásticos, flexibles, tanto como fuere necesario para resolver los continuos conflictos que por cargos y por choques de personalidades ocurrir al interior del perredeismo. Pero esta elasticidad solo era posible en las manos y en la potestad del líder. Nadie más en el PRD podía hacer eso, nadie más podía manejar el partido sin sujeción a unas normas, nadie más podía hacer lo que quisiera o lo que considerara “políticamente correcto”. Pero otros, como se sabe, quisieron hacerlo o dejar de hacerlo como era el estilo del doctor Peña Gómez.

Una hipótesis no verificable que yo me planteo es esta: si el doctor Enmanuel Esquea Guerrero hubiera permanecido  en la dirección del PRD por tres o cuatro años, sin aspirar a la candidatura presidencial, la crisis que hoy vive el partido blanco no se hubiera registrado. Las razones eran obvias: El talante de Esquea Guerrero lo obliga a regirse por los estatutos, tiene el valor necesario para enfrentar a los que desafían las normas y su condición de no aspirante a la silla presidencial en ese momento le daba la autoridad que otros no han tenido. Pero este es un ejercicio de lo que no fue y pudo haber sido. Nada más.

Volvamos al tema. Cuando el PRD gana el gobierno, en mayo del 2000, el entonces Presidente Hipólito Mejía quiso, arropado con el vigor y la fortaleza que da el poder, manejar la vida del Partido Revolucionario Dominicano con un estilo patrimonial, sin parar mientes en las historias personales, en los nombres construidos en el fragor de la lucha, sin considerar que el poder da fuerza pero no necesariamente liderazgo. Contrario a Peña Gómez, además, el ingeniero Mejía nunca entendió que su partido era un mosaico de fuerzas acostumbradas a coexistir sin anularse una a la otra.

En los hechos, entonces, el grupo PPH sustituyó al PRD. Este grupo, que carece de ideología y de proyecto de gobierno y de nación, se dedicó a ejercer el poder por el poder y a combatir y a anular a todos los dirigentes y militantes perredeístas capaces de no aceptar sus directrices. Su líder era, por supuesto, el entonces Presidente de la República y su ideólogo y estratega lo era el ingeniero Eligio Jáquez, a la sazón secretario de Agricultura.

El PPH envileció a no pocos dirigentes perredeistas. En unos explotó su legítimo derecho a vivir de un empleo, en otros su deseo de tener oportunidades de negocios, en otros su afán  por conseguir tierras y fincas, en otros su convicción sincera de que se gobernaría para resolver los problemas del país, en otros su ansia de gloria personal y en otros su necesidad de reconocimiento social. Así, con la sabichosería propia del hombre y la mujer del campo, los más fueron encantados. Y en estos más había no pocos “intelectuales” y reclamadores de linajes aristocráticos.

El resultado final ha sido, tristemente, un ejercicio gubernamental caótico y dilapidador de los fondos públicos. Y en términos del PRD, una organización que necesita, para servir a la democracia, someterse a una urgente y larga renovación que sea, al mismo tiempo, organizativa, ideológica y ética.

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bavegado@yahoo.com

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