Los países han sido divididos en grupos del primer, segundo y tercer mundo; esta nomenclatura se basa fundamentalmente en el monto de las entradas anuales de las personas de una nación y es el resultado de dividir el Producto Interno Bruto entre la cantidad de habitantes del país en cuestión. El Producto Interno Bruto es el total de la riqueza que se genera en el país, la cual es calculada por algún organismo oficial, por ejemplo, el Banco Central. Por definición, la entrada per cápita es una medida burda pues resulta de la división de totales, no nos dice nada de cómo está distribuida las riqueza en ésos. No obstante, “coincide” que los ciudadanos de los países del primer mundo tienen unas “características” y gozan de una serie de bienes y servicios ausentes en el tercer mundo. Similarmente, los parroquianos del tercero tenemos “costumbres” similares; podría colegirse que para pasar del tercero al primero hay que cambiar las “características” o “costumbres” de la ciudadanía.
Cambiar las “costumbres” es lo que normalmente hace el dominicano que se va a residir en el exterior, las que olvida tan pronto vuelve a su patria. Pienso que es por eso que las dictaduras “normales” tienen éxito económico en sus respectivos países, porque en ellas se obedece o se obedece y a fuerza de obedecer se hace consuetudinario.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón ocupó la península de Corea que a la sazón era un país, sin embargo, antes del mes de firmada su rendición incondicional el 15 de agosto de 1945, ésa quedó dividida en dos esferas de influencia por el paralelo 38, al norte la Unión Soviética; al sur, los Estados Unidos de América, EE.UU. La inestable paz quedó rota en 1950 cuando el Norte invadió al Sur. Hoy Corea del Norte tiene el nivel de vida de los países subsaharianos, mientras la del Sur la de los países europeos. ¿Por qué?
Corea del Sur fue dirigida a partir de 1948, por el dictador Syngman Rhee, educado en Harvard y Princeton, furioso enticomunista que recibió mucha ayuda estadounidense. Su sucesor General Park Chung-Hee, también dictador, siguió el modelo instaurado por Rhee de economía de mercado, donde se reconocía la propiedad privada y luego de 1961, Park canalizó cuantiosos recursos a firmas que tenían éxito.
En Corea del Norte tomó el poder como dictador un partisano comunista antijaponés, Kim Il-Sung quien introdujo un rígido gobierno de economía centralizada, 1947. La propiedad privada fue abolida y las libertades individuales y de mercados fueron eliminadas. Aunque antes de la guerra y durante la ocupación japonesa ambas partes gozaban de los mismos niveles de vida, no tardó mucho para que estos divergieran rotundamente. Los descendientes Il-Sung siguieron el modelo.
Mientras Corea del Norte se mantenía en sus trece, la del Sur invertía fuertemente en educación, promovía la inversión y los negocios; las empresas nacionales empleaban personas educadas tanto en el país como en el exterior. Cincuenta años después, en 1990, la economía del Sur era diez veces mayor que la del Norte.
Aunque como vimos en la entrega anterior, las dictaduras son más eficientes en el manejo de la economía, el caso de las dos Coreas demuestra que ellas solas no bastan. Los países difieren en sus economías por sus diferentes instituciones, las reglas que influencian como éstas funcionan y los incentivos que motivan los ciudadanos a estudiar, a trabajar, a negociar, la pulcritud en el manejo de los dineros públicos, en fin, tener instituciones transparentes y económicamente incluyentes.
Tener instituciones económicas incluyentes significa: seguridad de la propiedad privada, un sistema judicial imparcial, provisión de servicios públicos que provea igualdad en la que las gentes puedan intercambiar y contratar, también debe permitir entrada de nuevos negocios, manejo transparente de sus recursos y que las personas elijan sus carreras. El compromiso con la verdad de los hechos conduce a promover que un país desarrolle los talentos de la mayoría de sus ciudadanos sin cortapisas.
En la RD no podemos afirmar que tenemos instituciones incluyentes son más bien instituciones excluyentes total o parcialmente y centralizadas; el acucioso lector podrá darse cuenta que tenemos un largo trecho por recorrer y enormes reformas que hacer para ver las puertas del primer mundo .