De cómo una buena información pública salvó al país de desastre

De cómo una buena información pública salvó al país de desastre

El 6 de febrero de 1996 un vuelo chárter de Alas Nacionales con cerca de 200 turistas europeos cayó en las aguas del Océano Atlántico minutos después de despegar del aeropuerto internacional de Puerto Plata.

La tragedia conmovió a la nación y el Gobierno se vio de pronto sumido en una delicada situación de crisis internacional ante su incapacidad de responder con rapidez y claridad a las múltiples solicitudes de información provenientes de todo el mundo.

La prensa de Estados Unidos y Europa y los gobiernos de Alemania, Turquía, Polonia, Austria, Croacia y Hungría, de donde procedían las víctimas del accidente aéreo, inundaron las oficinas del Palacio Nacional y la Cancillería con pedidos de información que el Gobierno no podía contestar a plena satisfacción.

Esta penosa ausencia de mecanismos idóneos de información oficial dejaba también a la prensa dominicana carente de datos reales sobre la tragedia. En las horas siguientes al hecho, las autoridades no tuvieron nunca en capacidad de ofrecer una sola versión fidedigna del accidente, dejando un amplio espacio a la especulación y a la información falsa.

La rápida y oportuna intervención en el caso del Servicio Informativo y Cultural de los Estados Unidos (USIS), adscrito a su embajada en Santo Domingo, salvó al país de una crisis en sus relaciones con naciones europeas y superó el infortunado “apagón” informativo que siguió a ese hecho lamentable.

Seis meses y medio después del accidente, César Beltrán, el eficiente director de USIS de aquellos días, me explicó que la situación había impuesto “presiones inusuales e inesperadas” en toda la misión diplomática norteamericana. Gracias a sus excelentes contactos y capacidad técnica, y por la circunstancia de estar geográficamente próxima a la escena del accidente, USIS se convirtió automáticamente, y ante la incapacidad de los servicios de prensa del Gobierno, en el punto obligado de contacto para los medios de comunicación internacionales.

Debido a que las autoridades no estaban tampoco en condiciones de atender los reclamos de información de organismos oficiales de las naciones europeas, USIS, bajo la dirección de Beltrán, sirvió de enlace de relaciones públicas de la Oficina de Seguridad de Transportación Nacional (NTSB), el Departamento de Defensa, y de Oceaneering Technologies, la firma privada-estatal de los Estados Unidos encargada de las operaciones de recuperación de la caja negra.

Al analizar conmigo la importancia de una buena comunicación oficial, Beltrán me dijo: “USIS aprendió una lección de asuntos públicos crucial de esta intensa experiencia: en una atmósfera de crisis, la especulación y la desinformación pueden ser dramáticamente minimizadas usando una sola entidad como fuente de información y confirmación”.

¿Cómo se las arregló este servicio de información de la embajada norteamericana para suplir la ineptitud del Gobierno dominicano en ese campo? Conservo todavía el relato escrito del hecho que Beltrán me suministró en agosto de ese año, como parte de una serie de documentos de enorme valor que pudieron haber servido entonces para delinear una eficiente estrategia de relaciones públicas para una democracia emergente como la dominicana. He aquí la historia:

En la medianoche del 6 de febrero de 1996, un Boeing 727, propiedad de Alas Nacionales, una empresa de inversionistas finlandeses y turcos, con licencia de la República Dominicana, chocó contra las aguas del Atlántico a unas 13 millas al norte de Cabarete. El avión, que cumplía un vuelo chárter hacia Alemania, llevaba 189 turistas alemanes, turcos, polacos, austríacos, croatas y húngaros, además de unos cuantos pasajeros dominicanos y una tripulación de nueve nacionales turcos.

El asistente de prensa de USIS, Franklin Polanco, piloto privado y nativo de Puerto Plata, supo del accidente por mediación de sus contactos militares y de aviación, a menos de una hora del accidente. Polanco fue una ayuda determinante para el inicio de las operaciones de búsqueda y rescate. Beltrán le envió de inmediato por aire a Puerto Plata junto al agregado de prensa Christopher Scharf y el sargento Steve Allison, de la oficina del agregado de Defensa de la embajada, en la misma madrugada del 7 de febrero.

“Nuestro objetivo era ayudar en las operaciones de búsqueda y rescate en cualquier forma posible y coordinar la considerable cobertura de prensa internacional que esperábamos iba a generar esta tragedia”, me comentó Beltrán.

Para Franklin Polanco y la demás gente de Beltrán, las primeras horas vendrían a ser abrumadoras y no tendrían por los siguientes días un sólo momento de descanso. Tan pronto como trascendieron las primeras versiones del accidente, una considerable cantidad de medios de prensa de Estados Unidos y Europa despacharon aviones privados a Puerto Plata cargados de periodistas y equipos de filmación. USIS dispuso medidas para que allí mismo la prensa recibiera toda la información exacta y a tiempo, hizo los arreglos para que los periodistas abordaran los buques utilizados en las operaciones de búsqueda y rescate, al tiempo que se esforzaba por impedir que la labor de estos hombres complicara la operación.

El mismo día 7, la oficina de Beltrán en Santo Domingo suministró a los medios nacionales cuanta información estaba disponible, sin que los medios de comunicación del país dispusieran de ninguna otra fuente fiable, en vista de que el Gobierno carecía de un servicio eficiente. El director de Prensa de la Presidencia, Rafael Vidal Martínez, se valía de los boletines de USIS para informar al presidente Joaquín Balaguer del curso de los acontecimientos.

A medida que progresaban las operaciones de búsqueda y rescate, se hacía evidente que no habían sobrevivientes. Los primeros hallazgos indicaban que el aparato se había aparentemente desintegrado con el impacto, diseminando fuselaje y cuerpos humanos en una vasta zona del Atlántico.

“ El hecho de dirigirse a la prensa internacional como una sola voz demostró ser el papel más positivo que pudo jugar USIS”, dijo Beltrán, un punto que se demostró el día dos (8 de febrero), cuando un vocero del Departamento de Defensa en Washington, basándose en un reporte del buque de rescate incompleto y erróneo, anunció a la prensa mundial que pescadores dominicanos habían sido observados saqueando efectos personales de los pasajeros, cuyos cadáveres encontraban flotando entre los restos del avión.

La difusión por las agencias internacionales de este reporte falso, que las autoridades dominicanas se vieron incapaces de corregir con la rapidez necesaria, planteó una nueva y difícil tarea al personal de USIS. Beltrán logró que su gente localizara la procedencia de ese “reporte dañino y difamatorio” y su agencia envió una nota independiente a todos los medios “corrigiendo el falso reporte, mientras el Departamento de Defensa se retractaba públicamente”.

Mientras las brigadas recuperaban los cuerpos destrozados dispersos en el océano, USIS estableció contacto directo con el capitán del buque de salvamento Seaward Explorer, que los Estados Unidos habían despachado a la zona, y a través del enlace de la oficina de Defensa de la embajada, mantuvo informada a la prensa de los esfuerzos de rescate, incluyendo los detalles técnicos de la operación. Cuando la llamada “caja negra” del avión (en realidad eran dos cajas de un brillante anaranjado que contenían el grabador de datos de vuelo) fue localizada, a más de 2,700 pies de profundidad, una semana más tarde, el 15 de febrero, USIS estuvo en condiciones de suplir toda la información que el caso requería.

La localización de las cajas no significaba que pudieran ser recuperadas de inmediato. Esta labor fue dejada a otro buque estadounidense, el Marion C II. Para Beltrán y USIS esta nueva fase de la operación representó un desafío adicional. Suponía, como me escribió, “más complicaciones en una situación ya de por sí complicada y delicada”. USIS trabajó muy de cerca con la Oficina de Seguridad de Transportación Nacional (NTSB) de Estados Unidos para explicar estos detalles a la prensa y continuó emitiendo boletines con los adelantos, hasta la recuperación de las cajas el 28 de febrero.

Beltrán envió de nuevo a Puerto Plata a su agregado de prensa Scharf, acompañado del camarógrafo de la agencia Marino Guzmán, con permiso para abordar el Marion C II, lo que les permitió tomar vídeos impresionantemente nítidos que fueron suministrados de inmediato a las plantas televisoras del país y a las cadenas internacionales de televisión.

Los análisis posteriores del contenido de las cajas negras en los laboratorios de la NTSB en Washington revelaron “una conversación en la cabina de mando en relación a problemas con un medidor de velocidad de aire”, que se cree fue la causa del accidente.

Este accidente aéreo mostró en toda su magnitud la desnudez en materia de comunicación del Gobierno de entonces, que en las dos semanas siguientes a la tragedia no estuvo en condiciones de suplir las informaciones precisas que demandaban gobiernos y medios de prensa de muchos países. En las horas y días posteriores se evidenció, una vez más, que eventos de este tipo crean mucha especulación y desinformación y originan rumores y sensacionalismo que pueden ser perjudiciales.

Frente a la particular situación que se creó, por la ausencia de información oficial de parte de las autoridades dominicanas, USIS trató entonces, según me explicara Beltrán, “de minimizar e impedir una cobertura de prensa inexacta a través del uso juicioso de notas de prensa y del contacto abierto y directo con los medios, en particular con los principales de los Estados Unidos y Alemania”.

Beltrán concedió él mismo numerosas entrevistas a cadenas europeas e internacionales, lo que no hizo ninguna autoridad local, y su agencia suministró apoyo periodístico a más de 30 organizaciones internacionales de prensa, llegando a ser considerada como la más importante y tal vez única fuente confiable en relación con la tragedia aérea.

Hubo momentos en que su labor trascendió el límite de la responsabilidad periodística. “También suministramos a la acosada embajada de Alemania en Santo Domingo reportes diarios e incluso por hora, y contestamos llamadas telefónicas de preocupados familiares de las víctimas alemanas y polacas del accidente”, me dijo Beltrán. “A pesar de que creemos que cumplimos el reto de relaciones públicas y aprendimos muchas lecciones valiosas, esta también fue una experiencia que esperamos no tener que volver a repetir”.

Una experiencia que enseña la importancia de un buen servicio informativo oficial que promueva el diálogo democrático y garantice el derecho del público a estar debidamente enterado de cuanto ocurre en un país y en un Gobierno.

ZOOM

Los errores

Las fallas de comunicación del Gobierno del doctor Joaquín Balaguer pusieron en peligro no solo la imagen internacional del país sino la estabilidad del turismo y de la economía, tras la caída de un avión repleto de turistas europeos en las cercanías de Puerto Plata.

Un poco de suerte

La rápida y oportuna intervención en el caso del Servicio Informativo y Cultural de los Estados Unidos (USIS), adscrito a su embajada en Santo Domingo, salvó al país de una crisis en sus relaciones con naciones europeas y superó el infortunado “apagón” informativo que siguió a ese hecho lamentable.

La asistencia

El asistente de prensa de USIS, Franklin Polanco, piloto privado y nativo de Puerto Plata, supo del accidente por mediación de sus contactos militares y de aviación, a menos de una hora del accidente. Polanco fue una ayuda determinante para el inicio de las operaciones de búsqueda y rescate.

 

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