De corrupción y de otros cuentos
Un familiar excelente, vecino y amigo singular

De corrupción y de otros cuentos<BR>Un familiar excelente, vecino y amigo singular

Cuento con un pariente sumamente escrupuloso. Muy medido en el accionar y mucho más en pedir, si esto envolviera solicitud de algo concreto. Puede solicitar la dirección de fulano, en qué sitio está colocado zutano, si todavía se encuentra en cartelera la película “El rey de Najayo…

Es un familiar excelente, vecino y amigo singular. Eso sí: muy chistoso y colocador de nombres a las personas con la eficacia de que la gente se ríe de sus ocurrencias porque suele acertar poco más del 99.9 por ciento. Llevaba amistad con un vecino. Cuando se cruzaban a la salida o al retornar a sus respectivos hogares, se saludaban con respeto. También se saludaban en el trayecto de la caminata matutina en la avenida de la Salud.

Algunas otras cosas los entrelazaron, y el vecino de mi pariente se decidió hacer un abordaje:

–Me  parece que no debemos salir solos para cumplir estos ejercicios. Vivimos tan cerca el uno del otro, que podemos salir a la misma hora y así nos entretenemos conversando.

Mi pariente acogió  la propuesta y ajustaron el horario de ida y vuelta.

Disfrutaron juntos, por un breve período, la brisa fresca del amanecer y se complacían en su marcha diaria con temas variados, situaciones jocosas y comentarios acerca de particularidades de “colegas” caminantes que iban o venían de vueltas en la ruta matinal.

La amistad se fue afirmando y ya los dos matrimonios se acercaron, aunque no en las rutas cotidianas de la salud, porque ellas se quedaban en casa, cada quien con las tareas propias del hogar.

Mi pariente está jubilado, y como es medido para hacer lazos de amistad, ya se sentía solo cuando, el vecino, aquella vez, lo invitó a las ejercitaciones. Éste, por su parte, de mejor estado económico, era agente comercial, de limitado presupuesto, sin auxiliares ni mensajeros. Era algo que ya le pesaba, con los años, pero estaba dispuesto a resolverlo.

Le planteó su participación al pariente en medio de una de las caminatas:

– Podríamos trabajar juntos. Nos repartiríamos el trabajo y los beneficios ¿Qué le parece, vecino?

Así se   trataban.

A los dos días ajustaron el trato. Nada más tenían que juntarse en la oficina del agente comercial y manos a la obra.

Lo primero que le encargó el representante fue una cuenta por más de cincuenta mil pesos, por la compra de una entidad militar del Estado. Todo correctamente, y siguieron caminando…

Algunos que otros trabajitos menores. No mucha cosa.

Dos semanas después de la primera encomienda, el vecino le entrega unas facturas a su nuevo asociado para que fuera a la dependencia militar del Estado, con la cual había agotado su primer accionar con semejante tarea.

Examinó los papeles, recibidos con sumo –y lento– cuidado, y dijo al vecino:

–Pero esto ya lo habíamos cobrado la semana antepasada.

En efecto, era así. El pariente se sintió desolado. Cogió los papeles y se marchó a su casa. Nada comentó. Se le fue el tiempo dándole vueltas a la cabeza.

Al atardecer, casi oscuro ya, se acercó a la puerta de la casa de su “socio”.

Le devolvió las facturas y dijo:

–Le devuelvo los últimos papeles que me entregó. Esto ya fue cobrado.

El vecino y agente comercial le espetó:

–Tú no tienes que ver con eso. Ve a cobrar.

 

El pariente le contestó:

–Mañana nos juntaremos para el paseo diario en la avenida de la Salud.

Sólo eso nos une. Si usted lo quiere…

 

 

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