De Don Quijote a Don José Cestero,
ficción y realidad confundidas

De Don Quijote a Don José Cestero, <BR>ficción y realidad confundidas

MARIANNE DE TOLENTINO
Nos abstendremos de declinar juntos los nombres, apellidos y títulos, perteneciendo al más célebre héroe novelesco de todos los tiempos y a su genial autor, pese a que casi todos los que se refieren a ellos, sienten por respeto necesaria esa enumeración, fehaciente además de una lectura asimilada. Diremos sencillamente Don Quijote, Cervantes y José Cestero…

Se suele considerar a la clase artística como une reencarnación colectiva del Quijote, persiguiendo los ideales, cabalgando sobre el talento, tratando de triunfar de la mala suerte y del peor gusto. Sin embargo, hay algunos creadores que se identifican de un modo particular con el personaje y también con su autor, en lo físico, lo psicológico, lo moral, sin olvidar el drama del destino.

Verónica Sención, editora y productora del volumen –la que felizmente ha sabido agregar ahora a las utopías del Quijote la sabiduría de Sancho– mencionó en su texto para «Andanzas del Quijote», a dos pintores magistrales dominicanos, teniendo con el hidalgo de la Mancha un parecido irrefutable: Silvano Lora y José Cestero.

Literatura y pintura, pasado y presente

Nada es más cierto. Silvano Lora impresionaba por su silueta interminable y desgarbada, a la vez que toda su vida anduvo en busca de un absoluto de justicia e igualdad, compartidas por los seres humanos sin excepción. Hasta en su lecho de muerte, ese pintor y poeta trazaba proyectos altruistas a realizarse en este mundo. Consciente de un desafío inalcanzable, sin embargo siguió adelante hasta su último aliento…

Con José Cestero la semejanza se sitúa más en la exuberancia de la imaginación y en esa capacidad maravillosa de tomar la ficción por hecho concreto y vivido. Mago de la transmutación, él se rodea de criaturas, siendo cada una comprometida con alguna rareza o virtud. Las admira, las reinventa, las reubica en el tiempo, el espacio y el lienzo… Con Cervantes él comparte la singular virtud de volver la realidad más plausible… gracias a los valores de la imaginación.

¡Don Quijote cabalga en nuestro Malecón, seguido por Sancho en una mula, debajo de un cielo estrellado –que es un homenaje a Van Gogh en azul y amarillo–! Y luego, nuevamente en el Malecón de Santo Domingo, ambos héroes cervantinos, esta vez de frente, recuerdan el tratamiento esquemático y audaz de El Greco. Indudablemente fueron dos de los mejores cuadros de la serie y hoy dos de las mejores ilustraciones del libro.

Cuántos pintores podrían lograr esa pluralidad y fusión, sin llegar al caos creativo o a una mal disimulada copia. Nos parece que ninguno como José Cestero impone su sello y su personalidad, absorbiendo los hallazgos de sus pares y ancestros del pincel. Notaremos por cierto que siempre son maestros desaparecidos: no «interviene» en la obra de los vivos, sólo resucita el pasado.

El artista dominicano traslada el Viejo Mundo al Nuevo Mundo y al suyo, el Siglo de Oro al tercer milenio, pero Quijote y Sancho Panza conservan cualidades y fisionomías originales, transplantados geográfica y pictóricamente. Cabría mencionar también otra imagen notable, el retrato de Miguel de Cervantes, mezcla de desenfado y reverencia. Cestero entonces, en un dibujo intenso, cargado de reflexión, sobre fondo de sombra recuerda que Velázquez figura entre sus ídolos de la profesión. ¡No se limita a la recreación virtuosa de Las Meninas!

Cuando vimos las obras expuestas en el Museo de Arte Moderno, pensamos que deberían estar en permanencia al alcance de la gente, réplica de la incomparable novela: era un monumento pictórico ‘in memoriam’, que no nos cansábamos de leer y descubrir. Felizmente, parte de las telas han seguido disponibles gracias a la iniciativa de Verónica Sención, de ingenio inagotable. Ella concibió un directorio de gran calidad, por naturaleza de consulta diaria y participación obligada del lector, anotando datos importantes. Dieciséis pinturas de José Cestero están reproducidas, con una selección que varía los enfoques y las dimensiones.

Sorprende observar cómo pinturas pueden trasladarse en formato y estilo a ilustraciones. Cada reproducción corresponde a un texto cuidadosamente escogido en torno a la fuente literaria, y si no fuera porque sabemos que se trata de una transferencia, de un cambio de formato, pensaríamos que el ilustrador Cestero ha captado excelentemente el espíritu y el contenido de las palabras.

Una técnica inconfundible

La «curadora» y editora ha logrado elegir las obras, una tarea difícil dentro de una exposición tan generosa. Las imágenes mantienen, impresas y sobre papel, su expresión plural y permiten estudiar una técnica particular, la cual nunca disocia el dibujo de la pintura cuando no privilegia el primero, ni tampoco elimina el dominio académico.

Cuando José Cestero plasma, como modelos en su taller, a Don Quijote y Sancho Panza, de frente, perfil y espalda, con la misma soltura dibujística, cuando interpreta la anatomía equina a la perfección, cuando hace galas de manos y escorzos, él se sitúa en el linaje de los grandes maestros clásicos. Con la diferencia de que él alcanza esos resultados, revoloteando brochas y pinceles, dictando los toques de fogosidad y prisa. Pues lo asombroso es esa «grafía de médico», desconcertante y sin embargo siempre legible, ebria de gestos y de vibraciones.

Últimamente, José Cestero, pintor mayor del arte dominicano, joven hasta el punto de participar en bienales, jamás descorazonado cuando la mediocridad (una palabra que le gusta…) lo menosprecia, no sólo ha salido más de su refugio de quimeras, sino sobresalido a la dimensión que le corrresponde. Las «Andanzas de Don Quijote», gracias a la quijotesca Verónica Sención, a los Sanchos Pintura Tropical y Editora Corripio, sin descartar la contribución de los textos, asegurarán la fruición permanente de dibujos y pinturas de José Cestero, aunque en edición limitada.

Esta clase de publicación, que, por destinación, se difunde, se usa, se conserva más que un catálogo ordinario, debe repetirse para otros artistas, proyectándose el arte fuera de los recintos y libros especializados, sensibilizando a públicos más amplios y diversificados.

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