¿De dónde provienen tantos dislates?

¿De dónde provienen tantos dislates?

L a diputada al Congreso María Araceli Duarte ha sometido a la Cámara de Diputados un proyecto de ley que pretende dividir de nuevo la ciudad de Santo Domingo, agregando ahora a la nueva provincia dos provincias más, con sus demarcaciones municipales correspondientes, que serían las llamadas Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, nombres ungidos de patriotismo como para que a nadie se le ocurra oponerse a semejante dislate.

Por fortuna ha recibido su merecido rechazo de parte de algunos legisladores consultados como también de intelectuales y políticos estudiosos del asunto, tal el caso del Dr. Tirso Mejía Ricart, quien fuera el ideólogo del primer fraccionamiento provincial sufrido por la ciudad capital y el Distrito Nacional.

Entre los Considerando que sirven de motivación a la ingente propuesta y que la prensa destaca, hay uno que se refiere a la descentralización, señalando que ésta “contribuye a una justa y adecuada distribución de los recursos producto de la ley de presupuesto (sic) aumentando el poder local para que cada municipio pueda decidir, administrar y ejecutar su presupuesto según sus necesidades, eficientizando los servicios y generando mayor participación de los munícipes.” Nada más bello que la teoría. Pero ¿hasta dónde se compadece la utopía con la realidad política que vivimos? Me parece oírme a mí mismo como catedrático de esa materia en la UASD, o estar escuchando las cátedras “Gobierno y Administración Municipal de mi dilecto profesor de posgrado Efrén Córdova, los autores por él citados y los consultados como bibliografía de mi tesis “la Crisis Municipal. Su influencia en la Autonomía. Caso de la República Dominicana.” (1964).

Estamos hablando de un pequeño país pobre que ocupa una porción de 48,422 Km 2, con las islas adyacentes, y una población aproximada de 10 millones de habitantes concentrada en su mayor parte en la zona urbana que se gasta el lujo de fraccionar su territorio en 32 provincias y una caterva de municipios disfuncionales, hechura de políticos hambrientos de clientela, canonjías y prebendas, traducidos en cargos públicos y abultados ingresos, que hace tiempo perdieron la noción de pertinencia; la naturaleza, finalidad y elementos constitutivos, donde no basta una población cualquiera y un territorio, sino que garanticen la auto suficiencia (autarquía) para dotarla de autonomía económica y administrativa y no condenarla a una vida lánguida, artificial, vegetativa, con lo que se pierde el sentido real, dinámico, de la municipalidad, propugnado por Juan Pablo Duarte como el principal soporte social integrador después de la familia.

La división territorial y la creación de municipios no pueden ser obra de un abracadabra. De un burdo impulso emotivo e irracional políticamente interesado. Más que fraccionar y debilitar con falsos conceptos de descentralización, se precisa reordenar racionalmente, por regiones geográficas naturales, el territorio nacional.

 

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