Los días de otoño con sus atardeceres rojizos y sus noches matizadas por el frío, combinados con las luces intermitentes de la decoración típica de la temporada navideña nos envuelven en cierta nostalgia que, en casos extremos, lleva a una depresión.
No todos esperamos con ilusión estas fechas.
Para quienes suelen padecer problemas de conducta y de personalidad, esta época empeora su condición, sumergiéndolos en crisis que se prolongan por meses.
Esto viene a reafirmar, desde el punto de vista biológico, el papel que juega la luz solar en el estado anímico de las personas y, en consecuencia, cómo inciden los cambios ambientales o estacionales en nuestro comportamiento. En los países de Europa del Norte se han identificado los efectos negativos de la ausencia de la luz solar sobre la conducta y el estado de ánimo de sus habitantes. El sol incrementa la energía en los cuerpos y decrecen sus necesidades de sueño.
Mientras que algunos se tornan mas nostálgicos y generosos durante los meses de noviembre y diciembre, en comparación con el resto del año; otros se muestras de espaldas a la Navidad, evadiendo todo lo que la representa.
Experiencias vividas, como la pérdida de un ser querido, o la manera como hayamos vivido nuestra Navidad en la infancia, inciden en nuestro ánimo en esta temporada, donde deberíamos enfatizar nuestros afectos sobre todo hacia quienes permanecen de espaldas a la Navidad.
Por más que se han empeñado en comercializarla, la Navidad es una época propicia para el recogimiento espiritual y la ponderación de nuevas metas en aras de un equilibrio a lo interno y a lo externo de nuestras vidas.