De experiencias, congruencias y erraticidades

De experiencias, congruencias y erraticidades

Radicado en Alemania, cierta mañana en que tenía un tempranero  ensayo sinfónico, me costó especial esfuerzo abandonar el confortable lecho tibio, sorber un café y salir disparado para tomar el cercano  tranvía (strassenbahn) que llegaba infaltablemente cada quince minutos. Para llegar a tiempo, apoyé un pie en la grama del jardín y tomé el curvo y artístico sendero que conectaba con la acera. Cuando regresé, al fin de la tarde, una comisión de condómines    me aguardaba severamente. Habían obtenido una copia de mi hoja de servicios y decidido alternarse para vigilar que ¡nunca más! pisara la grama. Yo adquirí un despertador más severo.  

En otra ocasión estábamos el primer viola –holandés- y yo, con el tiempo justo para un concierto para estudiantes de secundaria. Íbamos en su vehículo, un “Saab” color ratón, feísimo. Llegamos a las afueras de la ciudad y alcanzamos a ver el enorme edificio escolar. Pero se encendió la luz roja de un semáforo y mi compañero, aunque preocupado por la hora, se detuvo aunque no se veía auto, camión o perro en la lejanía.

Disciplina. Disciplina aplicada sin excepciones hasta el punto que penetra hondamente en los sistemas conductuales de las personas. No es que “A veces sí, a veces no”, como dice aquella canción. Es siempre sí.

Hace pocos días la AMET desplegó un “operativo sorpresa” en algunos puntos de la capital. Yo ascendía la avenida Churchill. Al querer girar a la izquierda para tomar la Charles Summer, veo un inusitado enjambre de jóvenes agentes de AMET, muchachos bien educados, que se mueven vertiginosamente entre una multitud de vehículos atrapados en un caos.

 El semáforo está en verde, pero apenas se puede avanzar. Ya en medio de la intersección: luz amarilla, luz roja.

 Yo no sé qué hacer ¿me apeo y dejo el auto? El agente de AMET me resuelve el problema: “Siga delante y párese a la derecha”.

Lo mismo hizo, vertiginosamente, con la camioneta que iba delante de mí.

“Caballero, déme su licencia”. Se la doy y al minuto vuelve con una multa: “Usted se pasó en rojo. Esto es para que sepa que en rojo hay que detenerse”. Por ahí continuó, feliz de su eficiencia bajo la vigilancia de un hosco oficial.

A pesar de la injusticia, me alegré de que, al parecer, van a castigar a los violadores de semáforos, que buena falta hace.

Pero no he vuelto a ver esa frenética actividad de los agentes de AMET.

Yo pagaré mi multa y el desorden continuará  hasta otro día, cuando se les ocurra multar selectivamente por no usar el cinturón de seguridad, por hablar por celular, por  no tener “revista” o “seguro” al día…por lo que sea, ésto por un día que nadie sabe cuál será.

Insisto en la importancia de un correcto tránsito vehicular.

Es síntoma y consecuencia de una disciplina nacional. Que hay que crear.

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