Si hay algo que no necesitamos, en medio del grave problema de inseguridad pública que tenemos como consecuencia de la desbordada delincuencia, es importar delincuentes o permitirles que operen como Pedro dentro de su casa. El apresamiento, el pasado fin de semana, de cinco venezolanos a los que la Policía perseguía por la comisión de distintos delitos, incluyendo robos y asaltos a mano armada, podría ser una prueba fehaciente de la “internacionalización” de nuestra vida criminal, hasta ahora solo verificable, de manera significativa, en los delitos de alta tecnología, lo que debería disparar las alarmas de nuestras autoridades, obligarlas a poner atención sobre este fenómeno. No es fácil, en los globalizados tiempos en que vivimos, y mucho menos en una paradisíaca isla tropical (es un decir) que vive del turismo, dar seguimiento a cada extranjero que se asienta en territorio dominicano, pero si hay algo que han demostrado las autoridades responsables de perseguir a criminales y delincuentes es que pueden ser eficientes cuando les interesa o reciben “órdenes superiores”, por lo que no debería ser un problema esforzarse un poquito mas estando de por medio, como en este caso, el supremo interés nacional. Y si acaso no fuera eso suficiente, ahí están para ser utilizados en calidad de refuerzos nuestros organismos de seguridad, muy dados a dilapidar su tiempo y el dinero de los contribuyentes en el trasiego de chismes de alcoba e intrigas políticas y viceversa. Insisto: en el punto en el que nos encontramos, bajo el acoso tenaz de una delincuencia que no nos da tregua ni de día ni de noche, no podemos darnos el lujo de permitir que el país se convierta en una especie de zona franca de la delincuencia internacional.