Qué bueno que los venezolanos que se han visto forzados a salir de su país debido al progresivo deterioro de su economía y la situación político-social han encontrado buena acogida en estas cálidas tierras, con lo que honramos nuestra bien ganada fama de hospitalarios, que habría que hacer extensiva también a nuestra economía, pues por lo que se ve y confirman las estadísticas los empresarios que han decidido invertir aquí se sienten muy cómodos, tranquilos y confiados en el futuro de sus inversiones. Pero no solo empresarios, inversionistas y ciudadanos de distinta condición social, incluidos muchos profesionales que han encontrado el sustento en oficios muy distintos y distantes de su formación académica como la venta de comidas típicas, fritangas y café en nuestras calles, pues también delincuentes y criminales de toda laya, desde narcotraficantes hasta especialistas en clonación de tarjetas y fraudes electrónicos, han aterrizado aquí buscando “nuevos horizontes”. Y tanto se han empeñado en esa búsqueda, y tan bien se han adaptado a una sociedad tan deficiente en la prevención y represión del delito como la dominicana, que ya son un problema para nuestra precaria seguridad pública como lo demuestra la queja de la Policía por la facilidad con que entran al país (no necesitan visa) y de inmediato se organizan y se integran a la vida delictiva. Si estos comentarios no lo convencen de que estamos frente a una situación que merece toda la atención de nuestras autoridades, tal vez lo hagan las estadísticas ofrecidas por la institución del orden para justificar su queja: en tan solo dos semanas ha desmantelado cinco bandas integradas por venezolanos, acusados de una amplia variedad de delitos por los cuales 53 hijos de la patria de Simón Bolívar han sido enviados a nuestras atestadas cárceles, donde de seguro completarán su aplatanamiento criminal. ¡Una auténtica invasión para la que no estamos preparados!