De García Lorca hasta Lilís…

De García Lorca hasta Lilís…

Si la memoria no me falla, fue García Lorca quien ideó la bella metáfora que es llamar a un lagarto “gota de cocodrilo”. Recordé esto al pensar cómo los lagartos, cuya inteligencia nunca nadie ha elogiado, son sin embargo bendecidos por Dios o la naturaleza con un extraño atributo que les salva la vida: cuando algún depredador los persigue, rompen o se despegan la cola, cuyos nervios se agitan alocadamente distrayendo la atención del persecutor mientras el primito de los dinosaurios escapa…

Y la cuestión más rara es que recordé esto mientras pensaba en el predicamento del ex presidente Leonel Fernández, cuya cola tiene nombre y apellido, y de la cual él rehúsa desprenderse -en una actitud que habla bien de su lealtad hacia abajo pero mal de su sentido práctico de supervivencia. Total, a los lagartos siempre les crece otra.

El absurdo de que se pretenda convertir, al menos mediáticamente, en un ilícito penal el déficit fiscal de gobierno durante 2012, sólo se explica en la lógica política de quienes pretenden desde ya inhabilitar políticamente a Leonel Fernández de cara a futuras elecciones. Digo absurdo porque ese déficit, con todos sus pesares, facilitó que llegaran al Palacio Nacional sus actuales ocupantes y –más aún- evitó que la República Dominicana padeciera con más intensidad los rigores de la crisis económica de alcance global que tiene de rodillas a naciones mucho más grandes que nosotros.

Porque pretender que el déficit sólo sirvió para “comprar” unas elecciones es realmente absurdo. Todo ese dinero puede contabilizarse en la enorme cantidad de obras públicas inauguradas por la pasada administración. Donde puede que haya dolo, pero hay que probarlo en un tribunal, es en la construcción de esas obras y ningún Presidente es ingeniero civil (hasta ahora).

Una de las características más tristes de los gobernantes exitosos es saber cuándo deben amputarse, por más dolor que les cause, aquella parte de su cuerpo político que se daña, se altera o resta eficacia al resto del organismo.

Antiguamente, los Césares debían con pena del alma tirar a los leones a colaboradores cuya cabeza pedía a gritos la gleba, cuando sabían que les convenía a Roma y a ellos mismos acceder a la exigencia. Hasta Lilís, pródigo en cuidar a los suyos, hizo fusilar dos generales amigos y compadres en la playita de San Pedro, por el bien de la patria. Y porque le convenía…

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