De gestión municipal, antiurbanismo y despilfarro

De gestión municipal, antiurbanismo y despilfarro

Transformaciones de ejes viales del DN son ejemplos de antiurbanismo

La nueva mayoría en los gobiernos municipales acaba de cumplir 15 meses en ejercicio. Al pasar balance de su desempeño, se escuchan acerbas críticas. Podría discutirse si estas son justas o no, pero es indiscutible que la gestión municipal en el país es, históricamente, globalmente ineficaz.

Esto obliga buscar las causas últimas determinantes de esta circunstancia que, entiendo, radican en el casi absoluto desconocimiento de nuestra clase política de que cualquier proyecto de desarrollo resultará insostenible sin un marco nacional de política urbana que oriente la gestión municipal en una perspectiva del “habitar, del habitar bien”, controlando la producción social del suelo, la vivienda y la oferta de los servicios y equipamientos urbanos básicos.

Cierto es que ese balance, debe tener presente que el nuevo mandato de la generalidad de municipios y distritos municipales en poder del PRM y aliados se inició en medio de los efectos devastadores de una pandemia que aún se mantiene.

Un hándicap imprevisto. Pero las causas de la relativa ineficacia en que discurren la casi totalidad de nuestros gobiernos locales vienen de lejos.

En el caso de los grandes municipios, de hecho, se ha impuesto una variante de la concepción del antiurbanismo, que consiste en una práctica, consciente o inconsciente, que conduce a la idea de la imposibilidad de controlar el disperso crecimiento de las ciudades y por consiguiente, verlas como un todo fragmentado en que cada grupo o individuo ocupa una parte sin noción de totalidad.

Las transformaciones (deformaciones) de algunos grandes ejes viales del Distrito Nacional son evidentes ejemplos de antiurbanismo o patologías urbanas. La avenida Luperón fue ideada como eje que une el puerto de Haina con otras zonas de la ciudad.

El resultado es que se ha transformado en una suerte de carretera urbana (monofuncional), aprovechada por el gran capital para acaparar enormes lotes para almacenes y edificios de grandes superficies, perdiéndose la oportunidad de aprovechar el espacio del antiguo aeropuerto y hacer de esa avenida un eje que articule los dos municipios que esta deslinda. Aunque no exactamente igual, lo mismo sucedió con la 27 de Febrero, la Kennedy y el norte de la Máximo Gómez, convertidas en carreteras urbanas.

Son lastimosos los casos de las avenidas Núñez de Cáceres y San Martín/30 de marzo. El primer kilómetro de esta última, toca y fortalecía la identidad de cinco barrios populares: San Carlos, Villa Consuelo, San Juan Bosco, Villa Juana y La Fe.

Era polifuncional, con animada vida urbana, pero hoy está completamente arrabalizada y semidesierta, perdiendo su inicial vocación comercial, residencial y de paseo urbano. Su proceso de arrabalización va de la mano con el de los referidos barrios, que además viven un proceso de sostenida pérdida poblacional.

La Núñez de Cáceres es ejemplo de una pobre planificación que terminó en despilfarro inmobiliario. Fue diseñada con una isleta y dos vías de dos carriles cada una, con viviendas en solares de unos 250 metros, todas demolidas para otros usos.

En menor escala, es la lógica del antiurbanismo que degrada otras ciudades, lastrando las posibilidades de desarrollo del país. En esencia, esa lógica la impulsa la incompetencia y corrupción en el sector público, en colusión con el privado y la tozudez y/o prepotencia de algunos funcionarios locales.

En esa cultura en la gestión urbana y municipal, hay que buscar las razones del pobre balance de 15 meses de gestión de la generalidad de las alcaldías del PRM y aliados.

La Núñez de Cáceres es ejemplo de una pobre planificación que terminó en despilfarro inmobiliario

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