De gira y sin guagua

De gira y sin guagua

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO
Gran tristeza causó en todo el mundo el atentado a las torres gemelas newyorkinas. Más triste aún ha sido la situación de guerra en Irak. Lamentable lo de las bombas en el tren español. De llorar es lo que ocurre en Israel, como igual de triste y lacrimoso es lo de Palestina.

Pero definitivamente, hablando de tristezas, no hay tristeza más grande que quedarse a pie en una gira, con los calderos, pailas y cucharones sucios y al hombro, esperando por una “bola” y a punto de llover.

Pocas cosas en el mundo son tan dignas de recibir ayuda humanitaria internacional como una colectividad que acaba de quedarse “quedada” por dañarse la guagua de la gira. Y no que iba, sino que venía, que es peor, porque si es yendo el grupo llega como sea, valga el ánimo y el tener todo el día para ello.

¿Pero de regreso?… ¡Ay San Guajiro!, patrón de la giras en guagua, cuando el grupo regresa cansado, uno con 20 espinas de erizo en un pie, otra con un muchacho chiquito dormido y al hombro, otro con la mujer borracha y voceando que su hombre no sirve ni para botarlo, con dos jevitas en pleito por un diablo que las citó a las dos a la gira… Mire, no hay cosa más triste sobre la faz de la Tierra.

¡Y cuando se cansa el que cargaba el caldero!, ¡Ja!, que lo tira en medio de la carretera diciendo “¡que lo cargue otro que ya no doy más!”, y la dueña pega el grito al cielo porque ella no puede cargarlo y dejarlo menos, so pena de que el marido la muela a palos, habiéndole advertido el consorte sobre el valor familiar del “negro”, como se le conoce cariñosamente en la casa al susodicho caldero.

En fin, que para evitar tristezas tales más conviene alquilar una guagua nueva, de manera que no hayan penurias que contar a la hora de recordar alegrías ni tener luego las carreteras como sitios de mal agüero.

EL PARQUE DE SABANA DE LA MAR

Terminando la carretera que viene desde Hato Mayor y El Valle uno se tropieza entrando a Sabana de la Mar con este parque, cuya peculiaridad son sus asientos, en los que uno se acomoda, cierra los ojos, respira profundamente y se siente como en un aeropuerto. Porque ése parece ser el lugar a donde fueron buscados los asientos en cuestión.

Y es que no puede llamárseles bancos, como en todo parque decente y tradicional. En este parque lo que hay son asientos. Todo como respondiendo a una planificación fría, calculada, milimétrica y tenebrosa… “para que nada pase”.

Atando conjeturas, deducciones y elocubraciones estuvimos estudiando el parque y sus asientos para llegar a la conclusión de que alguna iglesia evangélica o de cristianismo extremo tuvo a su cargo el asunto del parque y los lugares para sentarse. Con toda seguridad la idea de que los bancos no fueran similares a los demás parques tuvo su origen en la castidad.

Sabido es que los sólidos bancos de los parques, por lo regular largos, de concreto y de una sola pieza, sirven lo mismo para sentarse que para acostarse (de uno en uno o de dos en dos), alguna beata opinó que para evitar que las parejas cayeran en el pecado lo mejor era que se sentaran separados. Con estar cerca era suficiente para saberse enamorados e identificados, pero no más de ahí, de manera que no descarrilen su camino al cielo.

Así es que se hicieron los bancos de una persona y suficientemente separados, asegurando así para la población el disfrute sano del parque mientras se contribuye exitosamente al control de la natalidad.

HASTA QUE SE HIZO EL PUENTE

De seguro, lo último que se escribió acerca del puente sobre el río Yabón se hizo en español castizo y por mandado de su Majestad la Reina Isabel. Porque no es de hace poco que este puente había desaparecido disuelto por el tiempo y las ocasionales crecidas del Yabón -con “n”, y no con “m”, como se ve en el letrero.

Pero nada, finalmente tuvo su puente el río Yabón. Esperemos que las lluvias que normalmente caen por Los Haitises, como bosque húmedo al fin, no sean tan abundantes como para hacer que este poco conocido río crezca hasta llevarse de nuevo el puente.

Ahora solo faltaría terminar la carretera, pero terminarla de verdad, porque lo que le hicieron no va a durar mucho en un sitio tan húmedo.

¿Y porqué terminar la carretera? Por una razón sencilla. Esta carretera lleva hasta una de las entradas de uno de los Parques Nacionales más atractivos y acogedores, tanto por su exhuberancia, magnificencia y grandeza como por el sentimiento de estar en un lugar poco común, especial y sin similares en todo el Caribe.

Si queremos ayudar a proteger nuestros parques es necesario facilitar su visitación y conocimiento, puesto que si la gente no los conoce va a ser difícil que se interese por defenderlos.

Eso de no facilitar acceso a los Parques Nacionales ha sido parte de la estrategia de los políticos para mantener ignorados lugares que luego pueden ser negociados sin que a la ciudadanía le interese lo que les pueda ocurrir, precisamente por ignorar que existen e ignorar su importancia y posibilidad para la recreación.

¡Pues qué bueno que ya tiene puente el río Yabón!

TODAVÍA HAY PATRIA

Mientras haya estampas como ésta en nuestros campos se puede decir que todavía hay patria.

La patria no es lo que “defienden” los senadores y diputados en sus respectivos cubiles -y no he querido decir curules, sino cubiles, con todo y lo que eso significa-.

La patria es el sentimiento que nos provoca una grata identificación con los elementos de su naturaleza y de la cultura que hemos creado desde sus montes hasta las entradas a las ciudades, porque lo que es ya en el interior de ciudades como Santo Domingo la patria se vuelve otra cosa nada digna.

El descansado transcurrir del tiempo a lomos de un mulo es más patria que la ruidosa velocidad de las motocicletas que buscan sustituir a esos animales. Como también es más patria el dolor del campesino padre de ese muchacho del mulo por el monte que se pierde, que el significado de patria que tienen los proyectistas de urbanizaciones que se comen el monte y las veredas de ríos.

Patria es también la conexión entre la persona que preparó la comida que lleva el muchacho y el hombre que la va a recibir y a degustar, porque patria es también el sabor de la comida, su olor y sus ingredientes. Así como patria NO es el sabor y olor de la comida importada a lomos de dólares.

Patria, en fin, y en carretera, es la forma de vivir que no por pobreza mantiene determinados estilos, tampoco por designio divino. Porque la patria bien puede ser y crecer elevando la calidad de vida de su gente sin venderse o cambiar su cara estampa de niño sobre un mulo protegiéndose del sol mientras rinde un servicio familiar.

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