De golpes de Estado a golpes de mercado

De golpes de Estado a golpes de mercado

Un joven que cumpliría los 30 años, delgado, con un saco blanco, camisa blanca y una corbata negra,  con un medio afro, como le llamaban al dejarse mucho pelo en la cabeza, en los años 80,   analizaba como los vicios pequeño burgueses influyeron para  contribuir a un golpe de Estado en el Gobierno de Granada, en el año 1979, por parte de Maurice Bishop, quien pasó a ser  primer ministro,  en contra de Eric Gairy.

 A su lado había otro joven, de apenas 22 anos, con unos lentes que parecían cascos de botellas, como le llamaban.  Y como no  había luz en ese entonces en un salón de Casa de Teatro, usaba una  lámpara de gas.   Ambos   jóvenes  se oponían  a lo que llamaban el otro enemigo que había en los movimientos revolucionarios para referirse a los vicios pequeños burgueses, como la ambición de mando, el individualismo, el personalismo, entre otros. Pero también se oponían a los golpes de Estado.

 El mayor de los jóvenes en los años 70, en lugar de apoyar a los grupos de izquierda que propiciaban un golpe de Estado revolucionario, se negó rotundamente a esa tesis, a pesar de que algunos de sus mejores amigos del barrio sí la apoyaban.

Prefirió ingresar al partido del profesor Juan Bosch, apoyando  la tesis de que había que quitarle las garrapatas al buey, que era lo mismo que no respaldar la tesis del golpe de Estado revolucionario. Y al seguir a Bosch, se convirtió en uno de los teóricos de los folletos de estudios sociales que hablaban de la importancia de la educación y la organización del pueblo en un partido. Era partidario de la transformación revolucionaria, pero no de los golpes de Estado. Quizás  le dolió  mucho cuando era niño el derrocamiento del profesor  Bosch.

 Ese joven de que hablo, con una  gran inteligencia, talento y una destreza  desconocidas hasta entonces,  no  era partidario de que los propios partidarios de Bishop, como el primer viceministro Bernard Coard,  encabezaran en 1983 una revuelta, apoyada por un gobierno extranjero,  para derrocar  el Gobierno de  su propio compañero.

El nombre de ese joven, que terminaba sus estudios de Derecho en la UASD, es Leonel Fernández. Y a su lado, estaba yo cuando él presentaba mi libro Vicios pequeñoburgueses en la izquierda dominicana. La  imagen de que describo al inicio es  la portada del libro Mi Amigo Leonel.

Ahora, ese mismo joven, pero ya con más doce años como estadista, aparece liderando una propuesta en las Naciones Unidas, en donde lucha contra el otro enemigo del nuevo siglo, los  golpes de mercado.

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