De guapachoso a romántico

De guapachoso a romántico

POR ALEXIS GOMEZ
Tito Rodríguez es una de las figuras más importantes que Puerto Rico le ha dado al mundo. Cualquier voz, o cualquier pluma quedarían cortas para describir su dimensión. Sus dotes de buen músico, buen cantante, y hombre de negocios que supo manejar su carrera y la de otros a la perfección, lo han convertido en leyenda que desborda la más alta posición, situándolo varios peldaños por encima de los más grandes.

El pasado martes, 4 de enero, se cumplió 82 años de su natalicio, y quise celebrarlo con un disco que vengo escuchando desde pequeño. Un álbum grabado en vivo, que fue por mucho tiempo el preferido de mi madre, y en el que Tito celebra su 25 aniversario en la música. Y mientras disfrutaba de la variedad de su propuesta, me detuve a pensar en una de sus osadías, la cual consistió en adoptar al bolero cuando este andaba en pleno ocaso. Aventura que solo su grandeza podía soportar.

Tito llega a los años 60 con el nivel de popularidad más alto que un artista haya tenido. Era el director de la orquesta latina de mayor renombre que habitaba en Nueva York, la cual constituía el mejor punto del currículo de cualquier músico. La Orquesta de Tito Rodríguez llenó de glorias las noches bailables del famoso club Palladium con sus guarachas, cha cha chas, y sobre todo con el mambo que fue rey absoluto del gusto de la juventud de los 50.

Pasada la fiebre del mambo, todos los representantes de la música tropical se insertaron a los nuevos movimientos creados en Nueva York, y que representaban la continuidad: La pachanga, el boggaloo, y finalmente la salsa. En este grupo estaban Tito Puente, Frank Grillo (Machito), Charlie Palmieri, y Ray Barreto, entre otros.

Lo curioso es que Tito, siendo la cabeza de esta generación, prefirió dejar su reinado y abrazar un género que, aunque venía del trópico, era más lento y estaba cansado. El bolero para esa época empezaba a ser considerado «cosa de viejos», y Tito siendo un hombre joven se casó con él, y con él siguió brillando. Esta decisión iba en contra de su herencia rumbera, sus inicios con el cuarteto Caney, y su paso por las agrupaciones de Noro Morales, Enrique Madriguera y Xavier Cugat.

Tito pasó de guapachoso a romántico, nadando contra la corriente. Y aunque todos recordamos temas como «Mama Guela», y «Los muchachos de Belén», la memoria nos pone en primera fila historias como «Inolvidable», «Un cigarrillo, la lluvia y tú», «Condenado a la distancia», y «En la oscuridad».

Con esos boleros, Tito enfrentó la euforia de la Nueva Ola, y el avasallamiento de la generación Hippie encabezada por Bob Dylan y los Beatles. Prefirió cantarle a la «Vieja Luna» y no voltear a ver los pasos al compás de «I like it like that». Con esos boleros cantó junto a Nat King, Sarah Vaugh, Shirley Basey, Sammy Davis Jr., y otras figuras que llegaron a sentir admiración por su canto.

No obstante, aquel legado que dejó en la primera etapa de su vida artística no ha sido borrado por el recuerdo. Tito Rodríguez también es considerado como uno de los principales puentes que une la tradición musical cubana y la salsa de hoy.

programamusicamaestro@yahoo.es

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