De hablar y trabajar

De hablar y trabajar

Estoy convencido de que en la República Dominicana es posible “vivir mucho mejor” de lo que ahora vivimos. Pero no nos hemos propuesto conseguir “metas escalonadas” para lograrlo. Remover las dificultades colectivas requiere de esfuerzos disciplinados durante largos periodos. Habría que tener muy claros aquellos objetivos sobre los cuales debemos arremeter. La inseguridad ciudadana, en todas sus formas, la actividad espantosa de los asesinos por paga, son asuntos que angustian a la sociedad dominicana. La gente no percibe que las autoridades tengan algún plan para conjurar esa situación. La policía, los jueces, las prisiones, son tres elementos básicos que no andan bien.

El suministro de energía eléctrica en la RD padece de numerosas cojeras: en la generación, en la distribución, en la transmisión. No hablemos de “contratos” y de controles administrativos. ¿Hasta cuándo podrán mantenerse los subsidios actuales? A los programas de TV acuden funcionarios, políticos, técnicos, economistas. Cada uno de ellos explica, a su manera, la importancia de la energía eléctrica para la producción industrial, para el orden público y el bienestar de las amas de casa. El tema ha sido tratado de sobra; pero sigue siendo el mayor obstáculo para nuestro desarrollo económico. Ni las presas se limpian, ni las redes de transmisión se renuevan.

El problema de la creciente inmigración haitiana ha sido debatido hasta el cansancio. Todavía parece haber confusión en muchos estratos de la población dominicana. ¿Qué será de nuestro precario sistema de seguridad social? ¿Someteremos a mayores presiones a la salubridad, privada y estatal? ¿A la estructura general de la enseñanza primaria y secundaria? Los sicarios, los inmigrantes, la energía eléctrica, son tres problemas que podríamos poner en lista de prioridades de nuestra sociedad. Acerca de las tres cosas se ha hablado mucho y trabajado poco.

La cantidad de estudios, seminarios, congresos, que hemos dedicado a estos temas es enorme. Se han contratado docenas de expertos extranjeros para que nos ayuden con los “planteamientos” de tales o cuales problemas. Una vez “rendido el informe”, se archiva o se olvida. Por lo menos, así ocurre frecuentemente. De todo ello se infiere que dedicamos más tiempo a hablar que a trabajar. Los sabios monjes benedictinos tienen como regla: “orar y trabajar”.

 

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