De hedonismo, conveniencias malsanas y el fiscal

De hedonismo, conveniencias malsanas y el fiscal

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
No me voy a referir exclusivamente a asuntos nacionales. En 1983, es decir, ayer mismo para la historia, la Editora Gallimard de París publicaba un libro de Gilles Lipovetsky titulado «L’ere du vide» (La Era del Vacío). Aquí nos habla del culto del hedonismo, la doctrina que hace del placer el principio u objetivo de la vida. Se difunde una cultura pos moderna que en lugar de controlar y racionalizar el consumismo, lo eleva en una apoteosis.

Alain Minc comenta al respecto en El Desafío del Futuro que «el hedonismo viene, por supuesto, acompañado de un retorno al narcisismo: la realización colectiva se ve sustituida por las aspiraciones individuales; las grandes creencias se esfuman ante los microdeseos; la persona acaba siendo un fin en sí misma».

El mundo se mueve, salvando excepciones individuales y muy excepcionales, por la búsqueda y obtención de ventajas. Nada nuevo hay en esto. La moral de los fuertes es precisamente la inmoralidad, el desenfado, la conducta traicionera que nos sonroja.

Sólo el ventajismo, el hedonismo desenfrenado, puede lograr los extremos de sumisión a que ha llegado gran parte de los países del mundo frente a los deseos e intereses norteamericanos. La condena a Cuba por violaciones a los derechos humanos por parte de la Organización de las Naciones Unidas, que siempre ha estado lejos de lo que debería ser, y junto a la Organización de Estados Americanos constituyen fuentes de frustración y desesperanza, la condena a Cuba –repito– es nuevo testimonio de sumisión en busca de ventajas. De nutrir el hedonismo. En el caso de México: obtener el apoyo de Washington a la candidatura del mexicano Ernesto Derbez para ocupar la posición de secretario general de la OEA, traicionando tradición y compromisos. Menos mal que nuestro país fue uno de los quince que se abstuvieron de votar, mientras sólo cuatro latinos: México, Costa Rica, Guatemala y Honduras apoyaron la condena, con la sorprendente participación de la Unión Europea, que sabe mirar para otro lado cuando se trata de violaciones a los derechos humanos cometidas por norteamericanos en Guantánamo, en la inmoral guerra contra Irak y en los muchos crímenes masivos perpetrados o apoyados por ellos anteriormente en el Cercano Oriente y otros lugares.

Hedonismo. Conveniencia. Ventajismo a cualquier precio.

Aquí, los dominicanos, estamos viviendo una situa ción desconcertante. El presidente Fernández ha solemnemente proclamado y reiterado que no intervendrá en asuntos de la Justicia –que, por cierto, anda bastante coja y renca– pero resulta que el fiscal del Distrito Nacional, José Manuel Hernández Peguero, que había citado al expresidente Hipólito Mejía a fin de que declarara acerca de su conocimiento de las actividades criminales del famoso ex capitán del Ejército, Quirino Paulino, quien es juzgado en Estados Unidos por narcotráfico y quien es considerado «jefe» (¿jefe?) de una poderosa red o cartel, se entrevista este jueves 14 con el Presidente Fernández, por más de dos horas –según informes de prensa– y saliendo de tan extraña reunión convoca una apresurada rueda de prensa para anunciar la cancelación de la citación, «pospuesta sin fecha».

Por otra parte, el mismo señor fiscal Hernández Peguero «solicitó» a la jueza Rosalba Garib, del Primer Juzgado de Instrucción del Distrito Nacional, que declarara el expediente del prominente señor Quirino «caso complejo, en virtud del Código Procesal Penal», por lo cual se requiere una extensión del plazo de que disponía la fiscalía para continuar las investigaciones. La jueza Garib extendió por ocho meses el plazo. Hasta navidad.

El señor fiscal declaró que visitó al Presidente para informarlo. ¿No podía hacerlo mediante comunicación escrita? ¿Por teléfono, si se trataba de una información meramente cortés, ya que el Presidente de la República no interviene en asuntos de la Justicia?

En la política, por necesidad, siempre se hacen muchas cosas a la sombra, pero hay que saberlas hacer.

En una situación en la cual Hipólito Mejía manifiesta su regocijo por comparecer ante el fiscal pero advierte que al día siguiente «estaremos diciendo algunas cositas importantes», mencionando temas tormentosos para el actual gobierno, la impresión que se recibe es de que el Presidente ordenó paralizar el proceso. ¿Por evitar problemas en un año pre-eleccionario, importante en el Poder Legislativo?

Sea como fuere, la entrevista del Fiscal con el Presidente, y sus resultados, ha echado un cubo de hielo a las esperanzas ciudadanas en cuanto a la independencia de la justicia, a la valentía en la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento de una ética.

Vamos mal.

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