De historias militares, corrupción y arenas movedizas

De historias militares, corrupción y arenas movedizas

Se trata de una historia real. Hace años, durante el mandato presidencial de Salvador Jorge Blanco, siendo yo director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, aproveché su asistencia a un concierto para pedirle que el gobierno protegiera la Sinfónica contratando músicos extranjeros, ya que carecíamos de instrumentistas criollos capaces de llenar las muchas plazas vacantes y necesarias de la Orquesta.

Me autorizó a contratar instrumentistas extranjeros, especialmente en Yugoslavia -por razones de los salarios que se ofrecían- y de hecho, todavía tenemos yugoeslavos aquí «dominicanizados». Aproveché la ocasión para recomendarle al presidente que ascendiera a un talentoso amigo militar. Lo hizo. El militar llegó a ser Intendente de la institución a la cual pertenecía y, con algún tiempo en el cargo, me comentaba que estaba harto de que le regalaran acondicionadores de aire, neveras, abanicos eléctricos, que le ofrecieran grandes descuentos en la compra de automóviles y además, anticipándole dinero efectivo en abultados sobres. Todo para que los utilizara en las compras del cuerpo militar, en las cuales tendría, además, un jugoso porcentaje.

El personaje salió rico de la Intendencia. Hoy es uno de esos oficiales puestos en retiro, tal vez con cincuenta años de edad, o menos.

Los sueldos de los militares, no importa el rango, son ridículos. Viven y se enriquecen -algunos despampanantemente- con «lo otro». Eso no ha cambiado. Las tentaciones son tremendas, grandiosas, portentosas, fenomenales. La impunidad está garantizada por el uso sistemático de la práctica.

Empiezan por un guillo o una gruesa cadena de oro, y terminan con fincas, casas y apartamentos.

Esto no significa que uno que otro «rara avis», se aferre a su honestidad y sus escrúpulos y se empeñe en vivir con la modestia que permite su salario. Que de todo hay en la Viña del Señor.

El hecho es que el Presidente de la República, H. Mejía, ha declarado recientemente que «para que haya un corrupto debe haber un corruptor», y tiene razón, como cuando señala la ineficiencia del Poder Judicial: «Aunque se sometan muchos casos, nadie está cumpliendo condena», añadiendo que «hay sectores muy poderosos de nuestra sociedad que impiden el libre curso de la Justicia».

Todo eso es verdad parcial, a medias, porque sin la mano estatal, que llega a todas partes y todos los estratos, como en la Era de Trujillo, por más que los mandatarios que vinieron después -exceptuando a Bosch- además de rechazar y repudiar las prácticas trujillistas, sienten ampliamente la comodidad de mantener su centralismo, su ingerencia en todo y los beneficios que se desprenden, como láminas de oro, de ese manejo totalitario.

El mayor general (r) Noble Espejo, militar de carrera, ampliamente respetado, ha expuesto verdades de a puño. Naturalmente, al Secretario de las Fuerzas Armadas, Soto Jiménez, no le queda más recurso que declarar, obligado por circunstancias, que lo de Noble Espejo «escapa de toda lógica militar». Una expresión que no choca con la formación e inteligencia del señor Secretario, quien añade que la mencionada «cualquierización» de las FFAA -manifestada por Leonel Fernández- ha sido afortunada.

¿Qué podía decir?

El mismo Secretario permanece en su cargo por una violación presidencial de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas. El Presidente es Comandante Supremo de las FFAA. ¿Lo va a desobedecer si decide mantenerlo en el cargo por encima de regulaciones militares?

Soto Jiménez insiste en que los dirigentes políticos dejan fuera del debate a las Fuerzas Armadas y que «hay que aislarlas de esos elementos y aspiraciones individuales y personales» (Hoy, 15 de Abril, 2004, pág. 3).

La presencia de militares en la campaña en favor de la reelección de Mejía, es corrupción. Y corrupción peligrosa, porque se trata de hombres de armas.

No creo yo que las cosas lleguen tan lejos como algunos piensan (y temen, porque los militares son dominicanos que tienen familias, saben lo que pasa, y lo que podría acontecer si se patrocina, promueve y se interviene en irrespetos a la voluntad popular mediante la violencia, activa o sugerida en magnitudes asustantes.

Dejemos fuera a los militares.

Que los malos manejos se limiten a la impudicia de comprar votos.

Descaradamente.

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