De Hostos a Bosch

De Hostos a Bosch

Confieso haber quedado agradablemente asombrado y a la vez maravillado con la capacidad de síntesis de la ex vicepresidenta de la República Milagros Ortiz Bosch al disertar acerca de la importancia de Juan Bosch en la historia política nacional.

Admiro su coherencia cronológica al analizar el desarrollo de la investigación social y cultural de su tío en busca de una vía segura para servir a la gran masa pobre de dominicanos y dominicanas. El recio hombre de letras estudió con profundidad y detalles las características especiales que debería tener un Partido político para hacer las transformaciones que su pueblo requería y demandaba.

En el libro El Estado, sus Orígenes y Desarrollo, Juan Bosch nos dice: “En los países del Tercer Mundo el Estado se confunde con el gobierno, pero el gobierno es sólo el administrador del Estado, no el Estado mismo. El gobierno tiene la facultad de hacer cambios en las personas que desempeñan funciones en el aparato del Estado, sean ellas militares o civiles de cualesquiera categorías, pero no puede desmantelar ese aparato sin provocar hechos graves. La sustitución del aparato del Estado por uno diferente sólo puede ser llevado a cabo por una revolución victoriosa, y la revolución que no lo hace fracasa rápidamente porque no podría ejercer el poder político si el aparato del Estado no respondiera a sus órdenes. Naturalmente, se habla de revolución dándole a la palabra el significado de un cambio de sistema económico, social y político”.

¿Dónde descansaban las fuerzas de las ideas que movían a este gigante de hombre excepcionalmente honesto, comprometido con la redención de su pueblo? Dejemos que sea el mismo Juan quien se encargue de expresarlo en 1976 en el prólogo de su libro Hostos el sembrador: “El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos, que tenía entonces casi 35 años de muerto… Hasta ese momento yo había vivido con una carga agobiante de deseos de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo si era latinoamericano, pero para ser útil a un pueblo hay que tener condiciones especiales, ¿y cómo podía saber yo cuáles condiciones eran ésas y cómo se las formaba uno mismo si no las había traído al mundo, y cómo las usaba si las había traído?…

Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: “Nació en La Vega, República Dominicana, el 30 de Junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principio de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven, y cómo la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás.

Y concluye don Juan: Me hubiera avergonzado traicionar a Hostos después de haberlo conocido. Y no lo traicioné. No soy el idealista que él formó, pero sé que si él viviera los dos estaríamos en las mismas filas, naturalmente, él como jefe y yo como soldado”.

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