De huevos y cacareos

De huevos y cacareos

Se dice que unos literatos españoles del siglo XIX presentaron a la consideración de don Miguel de Unamuno dos sonetos inéditos; querían que éste juzgara cuál de ellos era el mejor. Cuentan que, después de leer los poemas, el rector de la Universidad de Salamanca contestó con desparpajo: “los dos son peores”. Con los políticos suele ocurrir algo semejante. Los candidatos postulados por los partidos políticos, a menudo reciben del público el mismo dictamen que dio Unamuno: todos son peores. Si preguntaras por qué piensa así la gente, oirías otras analogías, con duras críticas contra los políticos, sin distinción de partidos.

Un amigo periodista goza al explicar que la gallina pone un huevo y luego cacarea; pero los políticos cacarean repetidamente, sin poner ningún huevo. Prometen que harán esto o aquello; formulan “planes y programas”; pronuncian discursos auspiciosos que son olvidados en poco tiempo. Finalmente, todo se vuelve sal y agua. El desencanto de los políticos, de la política y de la ideología política, es hoy un fenómeno universal. Lo cual no quiere decir que el Estado no deba ser gestionado con eficacia. Ahora, más que nunca, estamos obligados a no ser anarquistas a la manera antigua. Deberíamos ser administradores al modo moderno, con nuevas tecnologías incluidas.

Las “preferencias electorales” parece que se medirán en lo futuro a partir de criterios nuevos. El carácter y la personalidad del candidato serán más importantes que en otras épocas. ¿Es insistente en sus propósitos? ¿Se levanta temprano para acudir al trabajo? ¿Es amigo de viajar y vacacionar? Si los partidos son todos iguales, si se han borrado las diferencias ideológicas entre las distintas agrupaciones, lo importante es la persona del dirigente, sus dotes, capacidades y estilo de vida.

Vivimos una cultura del desperdicio: se desperdicia el tiempo, el agua, las materias primas. Sufrimos de escasez de recursos y, al mismo tiempo, hacemos despilfarro de recursos. En países pobres es más visible esta paradoja económica, social, administrativa. Los líderes sensatos ocuparán el puesto de los “dirigentes providenciales”. La “ideologización” de los problemas colectivos será una modalidad con poco crédito en los discursos políticos. No digamos que todos los políticos son peores; unos pocos trabajan bastante antes de cacarear.

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