BIENVENIDA POLANCO-DIAZ
Bernard Shaw definió a Ibsen como el máximo representante de ‘’la obra bien hecha’’, refiriéndose a la obra bien construida, ‘’donde personajes y trama son verosímiles, perfectamente creíbles, por lo que al espectador le es fácil identificarse con ellos’’. El escritor inglés se refería a las piezas de Ibsen correspondientes a su etapa realista particularmente la obra que tiene como protagonista a la universal Nora Helmer y por la que es considerado el fundador indiscutible del Teatro del Realismo.
A la primera etapa de Henrik Ibsen, aún de tintes románticos —‘Brand’, de 1876, ‘Peer Gynt’, de 1868— siguió el realismo nuevo de ‘Casa de muñecas’, de 1879, y ‘Espectros’, de 1881. Ya en ‘El pato silvestre’, de 1884 son notables las huellas del Simbolismo francés que se evidencian definidas en una tercera etapa totalmente metafórica: ‘La dama del mar’, de 1888; ‘Gedda Gabler’, de 1890, ‘El maestro constructor’, de 1892.
El dramaturgo escandinavo decimonónico se refirió alguna vez a las cualidades simbólicas de sus obras como “la veta de mineral de plata en la montaña”. En la pieza ‘Hedda Gabler’ las hojas de parra en el pelo de Lovborg, el manuscrito que él considera su hijo, incluso elementos de utilería como las pistolas del general Gabler adquieren cualidades casi mágicas, que recuerdan los primeros dramas poéticos de Ibsen y apuntan hacia las exploraciones míticas de su obra tardía. El suicidio de Hedda, como la salida de Nora de su hogar en ‘La casa de muñecas’, demuestra la posibilidad de una acción autodestructiva y radical que puede romper con un mundo rutinario y realista.
Un siglo después Jon Fosse, (Hausgesund, 1959), es el autor teatral más representado en su país, después de Ibsen. Hizo pública su primera obra teatral a los 33 años de edad cuando ya gozaba de una trayectoria reconocida como novelista y poeta. Entre 1994 y 2007 escribió 25 piezas de literatura dramática.
“Por sus obras teatrales innovadoras y su prosa que dan voz a lo inefable”, así describe la Academia Sueca la razón para premiar a Jon Fosse con el Nobel 2023; ‘’en la médula de su producción están la espera, la soledad y una sensación de vacío, reconocibles para cualquier ser humano europeo contemporáneo’’.
Ibsen, Fosse y el teatro simbolista.
‘’Siempre puedes explicar el cerebro de forma científica, pero no puedes captar su luz o su espíritu. Es otra cosa’’, declaró Fosse en una de múltiples entrevistas. Más adelante expresó: “Siento que hay una especie de –no sé si es una palabra correcta– reconciliación en mis escritos. O, para usar la palabra católica o cristiana, paz”.
De alto voltaje poético, tanto la dramaturgia simbolista de Ibsen como la de Jon Fosse tienden un vínculo universal con las grandes preocupaciones del ser humano y lejos de las formas dramáticas al uso, ponen de manifiesto las fuerzas ocultas que nos habitan recurriendo a temas abisales, profundos, insondables: el amor y la muerte; el tiempo y el espacio.
Algunos títulos dan pistas sobre la escritura teatral de Fosse: ‘Sueño de otoño’ (1998),’ Invierno’ (2000), ‘Soy el viento; (2008), ‘Viento fuerte’ (2021). Su estilo es gélido y cortante como una masa de aire polar, y a la vez inmensamente profundo. La colección en español más representativa, aunque no completa, es la de Conatus, 2021.
Sus piezas se ocupan de la fragilidad humana y una buena muestra lo es ‘Viento fuerte. Poema dramático’. El subtítulo nos remite a la lírica; una obra sobre el tiempo, el amor, los celos y la muerte prematura y de hecho, es casi como un mal sueño: el ‘Hombre’, al volver a casa tras un viaje, descubre que la ‘Mujer’ se ha mudado a un nuevo hogar; allí, aparece un joven hombre que tiene una relación con la mujer y parece vivir en la casa con ella. “Viento fuerte” nos lleva a presencias más allá de la realidad.
Tanto en ‘Viento fuerte’ como en ‘Soy el viento’ los textos presentan un rejuego de voces merodeando un espacio y tiempo imprecisos conectados al mundo onírico: el tiempo es un cielo cuya bóveda no encuentra pliegues. Es posible en ambos casos establecer un paralelismo con ‘La dama del mar’ de Ibsen, pieza en cinco actos de 1888 cuyo personaje central resume en aspectos puntuales su genialidad estilística:
En un balneario de la costa noruega frente al mar reside la joven Ellida Wangel, casada con un médico mayor que ella, y Bolette y Hilde, las dos hijas del primer matrimonio de este. Ellida vivió su infancia en un ambiente de libertad junto a su padre, el alfarero del pueblo. Un día regresa al lugar el antiguo prometido de Ellida, marinero prófugo de la justicia. La mujer se debate entre un futuro tranquilo y apacible representado por su marido y la aventura de escapar con el marinero. El doctor Wangel, consciente de la situación, le deja a Ellida la decisión de optar. Finalmente la mujer se mantiene junto a su marido
Extraños triángulos amorosos sobre el amor y la soledad… Como Ibsen, Fosse explora en sus textos los extremos del lenguaje en los mismos vértices del tiempo: lo ingénito y lo eterno; el ahora y nunca, conceptos que tamizan las fuerzas existencialistas del relato. En “Invierno”, una mujer y un hombre se encuentran de vez en cuando en una ciudad a donde el hombre llega en un viaje de negocios. Una conexión temporal amenazada por un final abrupto o un trastorno radical.
Estilo, lenguaje, temas
Musicalidad y coherencia interna son los rasgos que cualquier lector-espectador puede disfrutar en el estilo de escritura teatral de Fosse. Los personajes se mueven constantemente en el ámbito de lo no dicho, de lo oculto, de la pausa o del silencio. Y es precisamente a través de los silencios que se va desarrollando una singular forma expresiva que define cada parlamento y su disposición.
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Es a la vez un logro del arte tal manejo lingüístico: la palabra entrecortada, breve, y diálogos constantemente interrumpidos y desprovistos de signos ortográficos: /El Otro: No te gustan los demás y no te gustas a ti mismo/El Uno: Eso es/Pausa/El Otro: ¿Qué es lo que no te gusta de ti mismo?/El Uno:No me gusta que no soy nada/.
Cada palabra es como una lucha. Nada brota. Todo ha de ser extraído e incluso con lo ya extraído hay peligro de volver a perderlo. Fosse, doctor en Filosofía y converso al cristianismo desde el agnosticismo escribe en su dialecto natal, vinculado al rural y despoblado paisaje de su infancia, la lengua de los fiordos: el nynorsk (neonoruego) y al igual que su gran precursor el novelista Tarjei Vesaas, combina este idioma moderno con fuertes lazos locales.
El crítico Anders Olsson reseñó que desde ‘Alguien va a venir’ (1996),“con sus temas de anticipación temerosa y celos paralizantes, la singularidad de Fosse es totalmente evidente. En su radical reducción del lenguaje y la acción dramática, expresa las emociones humanas más poderosas de ansiedad e impotencia en los términos cotidianos más sencillos’’.
De Maeterlink a Los Sorprendidos
El Simbolismo fue la veta más significativa desprendida de la poética del Parnasianismo de Leconte de Lisle, en una reacción de búsqueda de nuevas formas de equilibrio en el arte y la cultura ante las exageraciones del Realismo, movimiento que le precedía. La vertiente principal del Realismo –Naturalismo- y su componente filosófico –Positivismo- dieron paso a las formas más extremas y descarnadas. Como contraparte en 1886 Jean Moreás proclamó su ‘’Manifiesto del Simbolismo’’ desde París.
Desde el Simbolismo francés surgió el Modernismo, lidereado por Rubén Darío y su ‘Azul’ de 1888. Finalmente Maeterlink (1862-1949), abanderó esta tipología para su dramaturgia en la necesidad universal de renovación de la plástica teatral. En simbiosis con la estética expresionista y la tragedia shakespereana el dramaturgo belga puso de moda el Teatro Simbolista en todo el mundo especialmente a partir de los revolucionarios montajes de sus piezas realizados por Constantin Stanislavski, el primero de ellos: ‘El pájaro azul’ en 1908.
Al simbolista se le ha llamado el Teatro de los Poetas. En Santo Domingo asumieron lo que he denominado -2017- un ‘Modernismo Tardío’ algunos de nuestros mejores cantores, y la década de los cuarenta con el marco de la dictadura vio surgir desde Los Sorprendidos más de una pieza de literatura teatral en el estilo del Simbolismo: de Mieses Burgos ‘La ciudad inefable. Poema escénico en tres sueños y un prólogo’ y ‘El Héroe. Poema teatral con intención escénica en dos sueños’; de Aída Cartagena Portalatín ‘Odio total, Euménides’; de Delia Weber ‘Los viajeros. Ensayo dramático’; y otros.//