De inmediatismo y visión larga

De inmediatismo y visión larga

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Pienso en el inmediatismo y en el pensamiento a largo alcance, el que mira hacia el futuro, hacia lejanas consecuencias de lo que se hace. Sucede muy a menudo que lo que conviene en el momento no es conveniente para el futuro y lo inverso: lo que conviene para el futuro no suele ser conveniente para el presente.

Entendamos por «conveniente» lo grato, lo agradable, lo bueno. Me temo que el inmediatismo, la persecución de beneficios inmediatos se nos ha salido de control, y por eso sucede que no se cuidan las inversiones estatales -realizadas con dinero del pueblo, ¿de quién va a ser?- y no existen mecanismos de mantenimiento.  Ni en lo físico ni en lo institucional.

Joaquín Balaguer realizó ideas maravillosas: la Plaza de la Cultura, los Miradores ecológicos, luego la Plaza de la Salud y otras obras, como los complejos habitacionales, escuelas, hospitales, etc., pero en realidad no se ocupó de crear un engranaje que se responsabilizara de su buen mantenimiento y también de su crecimiento en calidades, exceptuando la Plaza de la Salud.

Así sucedió que el magnífico Teatro Nacional carecía de recursos hasta para la adquisición de materiales de limpieza y cuidado de equipos fundamentales, como el aire acondicionado, que colapsó como luego lo haría el del Gran Teatro de Santiago -copia del Nacional- muchos años después. Ni el arte se salva. Dos monumentales obras de Cristian Martínez -Crismar-, el Móvil Unicinético de las Tres Culturas (posiblemente el de mayor dimensión mundial) fue desatendido por décadas y finalmente desalojado de la Biblioteca Nacional; los grandes paneles plásticos que recogían la historia de la aviación colgados en el Aeropuerto de Las Américas, obra merecedora de admiración manifestada por afamados expertos en arte, sin haber nunca sido objeto de mantenimiento, fueron desmontados y tirados como molestoso material desechable.

Estos son simples ejemplos…y no los más dramáticos aunque denigrantes para la cultura nacional.

No variamos nuestro desprecio por el mantenimiento. Se inaugura algo y nos olvidamos de los recursos para su buena perdurabilidad.

Pero los Presidentes de la República asisten a inauguraciones de «restauraciones o remodelaciones» que implican viejos descuidos, no suyos, pero que serán suyos con el tiempo, porque no existen políticas de mantenimiento, ya que resultan prácticamente invisibles. Cuando me enteré, por la prensa, de la importante dotación de vehículos y equipos a la Policía Nacional, lo primero que pensé fue en los talleres y depósitos de piezas de recambio que tal flota ameritaría. No escuché mencionar talleres de mecánica ni procedimientos de mantenimiento. Sólo que concesionarios de automóviles habían advertido que carecían de repuestos para tal flota.

Pero se adquirió. No sé quién tiene tal responsabilidad.

Y el problema no está ahí.

Está en una hiperactividad del inmediatismo.

Para elegir bien hay que ser capaz de elegir entre lo bueno y lo malo, ente lo mejor y lo peor. Hasta el mexicano Porfirio Díaz, aquel General que se mantuvo en el poder desde 1876 hasta 1911, cuyo gobierno se consideró una dictadura ilustrada y progresista, decía que es necesario mantener un equilibrio entre «pan y palo». Es decir, entre elementos opuestos y contradictorios. Que existen en todo.

Por tanto el inmediatismo es necesario y bueno…en dosis justas, que requieren ponderación honda y callada. Pero hay que pensar a largo término. Hay que cuidar lo bueno y valioso que se ha hecho en la Nación. De lo contrario no existe un avance real.

Hay que pensar como André Malraux, quien en una conferencia pronunciada en la Salle Pleyel de París el 6 de marzo de 1948, recogida en el Epílogo de su obra Les Conquérants, declaraba: «Lo que me interesa no es la política, sino la Historia».

Jean Touchard, Profesor de Estudios Políticos de la Universidad de París, dice en su magnífica Historia de las Ideas Políticas que tal frase «podría ser del general De Gaulle».

En verdad podría ser de cualquier jefe de Estado deseoso de gloria, de larga recordación como gobernante excepcionalmente valioso y positivo en la historia de su patria.

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