De juntas y temores

De juntas y temores

MARTHA PEREZ
Desde que en la República Dominicana se dio el salto a la democracia luego del ajusticiamiento de Rafael Leonidas Trujillo en el 1961, el pueblo dominicano tiene muy poco que recordar, memorablemente, en términos de la labor que debe ejercer la Junta Central Electoral como organismo árbitro de los procesos constitucionales de cada 16 de mayo. Desde entonces, se recuerdan como memorables las juntas encabezadas por Angel María Liz (1962) y César Estrella Sadhalá (1996). Todos los demás procesos electorales han estado matizados por temores de fraudes, dado el rol que han jugado los integrantes de la JCE, unos más otros menos, pero en definitiva todos se recuerdan dentro del mismo macuto, por comisión u omisión.

La vida constitucional del país establece la integración de la nueva junta que deberá ejercer el siguiente período; y quienes arbitraron el proceso del 16 de mayo próximo pasado andan agenciándose los nuevos puestos dentro del supremo órgano electoral. Tal parece que ya olvidaron el papel que jugaron y el mensaje que con su actuación llevaron al seno de la sociedad dominicana, reflejo de una conducta amañada como por un hábito «infectocontagioso”. Detrás de esa conducta, afortunadamente, (contradictoriamente, diría yo) hay gente de mucha valía personal, profesional y política, que ha merecido el calificativo de honorable, pero, cuando la ética y los principios no permiten actos de inconductas, verlos, saberlos y dejarlos pasar, es lo mismo que acometerlos. Por eso, esa JCE que mantuvo bajo tensión a la sociedad dominicana durante más de un mes para dar por concluido ese proceso electoral, que para muchos candidatos y candidatas a cargos electivos, como para los electores, resultó humillante y traumático, no conviene que repita el siguiente período.

Dos voces más que autorizadas entre las tantas que proponen, demandan y/o reclaman la conformación de una nueva Junta, indistintamente han expresado: “La República Dominicana no puede seguir albergando temores de fraude en cada proceso electoral (doctor Leonel Fernández, discurso del 16-8-2004, ante la Asamblea Nacional); “la JCE hay que sanearla” (doctor Reynaldo Pared Pérez, de sus primeras declaraciones como senador por el D.N. y presidente del Senado de la República). Las realidades vividas nos dicen que en cada proceso electoral los temores no son sólo al fraude sino a la posibilidad de crisis político-sociales de consecuencias impredecibles. Por eso, es necesario, conveniente, oportuno y hasta saludable para el proceso democrático dominicano integrar una Junta Central Electoral comprometida con una mística de trabajo fundamentada, principalmente, en el respeto a la Ley Electoral con sentido de igualdad, en la ética, la transparencia, la responsabilidad. Nótese que decimos “mística de trabajo” fundamentada en esos valores, porque todos los integrantes de las juntas pasadas y presente, como personas son portadores de dichos valores; el problema está al momento de aplicarlos en la mística de un trabajo que lo impulsan y conducen intereses de todo tipo, y cuando esos intereses son malsanos, y por demás se asume una actitud débil ante las pretensiones, entonces el norte se pierde porque el vector se disloca y las consecuencias, obviamente, las padece la nación dominicana.

Hay que sanear la junta, pero las experiencias vividas demandan de un saneamiento integral si queremos como país seguir hablando orgullosamente de nuestra democracia, como sociedad seguir hablando de equidad, justicia y paz y como partidos políticos, de credibilidad y confianza. Un saneamiento integral implica una junta nueva en su totalidad. Esa es la clave, en este momento de mayoritaria florescencia morada congresional, para poder garantizar un porvenir que nos permita volver a hablar de juntas memorables sin temores de fraudes.

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