De la abstención electoral

De la abstención electoral

La abstención o ausentismo electoral promedio en las últimas siete elecciones nacionales ha sido del 28%. Es decir, 28 de cada 100 personas, hombres y mujeres, habilitados para votar han dejado de sufragar. Unos lo han hecho por razones estrictamente políticas –abstención— y otras por distintos obstáculos –ausentismo.

Los dos polos de este fenómeno se registran en los años 1990 y 1994. En el primero, la abstención o ausentismo subió al 41%, el más alto del período analizado, y en el segundo, 1994, bajó hasta el 20%, el más bajo.

En 1990 el electorado quedó polarizado entre esas dos grandes figuras de la política dominicana que fueron el doctor Joaquín Balaguer, del PRSC, y el profesor Juan Bosch, del PLD. Las dos grandes escuelas ideológicas que hemos tenido después de la caída de la dictadura de Trujillo, el conservadurismo y el liberalismo.

En los comicios del 1990 el Partido Revolucionario Dominicano estaba desgarrado por la división. El doctor José Francisco Peña Gómez y el licenciado Jacobo Majluta no lograron conciliar intereses y éste salió con sus seguidores y fundó el PRI. Las encuestas de entonces registraron una migración del voto perredeista hacia el PLD. La candidatura presidencial de Peña Gómez quedó en tercer lugar.

En 1994 la polarización fue mayor, más intensa, entre dos grandes políticos y dos grandes adversarios: el doctor Balaguer, otra vez, y el doctor Peña Gómez. El reformismo y el perredeismo habían protagonizado, desde 1966, el mayor pugilato ideológico post Trujillo. Ser reformista era, por definición, ser antiperredeista, y viceversa.

El caudillo del PRSC era, por su ideología y por su práctica política, la expresión de un neotrujillismo o, como planteaban algunos sociólogos, una continuación pura y simple del trujillato. Peña Gómez, por su parte, era la gran esperanza de los pobres del país, era el socialdemócrata que había abrevado en las aguas de Juan Bosch, era el político comprometido con cambios estructurales.

Estos dos políticos hicieron posible una campaña política extraordinaria, rodeada de espectaculares denuncias y presidida por una retórica de altos kilates. Los resultados fueron dramáticos, porque el fraude hizo posible que Balaguer se mantuviera en el poder dos años, en medio de una crisis político-electoral que estremeció al país y reclamó la reducción del período presidencial y la modificación de la Constitución de la República.

Según las últimas cifras ofrecidas por la Junta Central Electoral, la población dominicana en edad de sufragar es de cinco millones, 223 mil 161. A esta cantidad hay que restarle la masa inhabilitada para ejercer el voto, que está compuesta por 202 mil 458 hombres y mujeres. Entonces quedan cinco millones, 20 mil 703 potenciales votantes.

Para las elecciones nacionales pasadas, las del 2000, los registrados que podían sufragar eran cuatro millones, 251 mil 218. De estos votaron tres millones, 236 mil 906. La abstención o ausentismo fue de 24%.

Si en los comicios del próximo mes la abstención o ausentismo fuera igual al promedio de los últimos 7 años, es decir, del 28%, entonces votarían 3, 614 mil 907 hombres y mujeres. Es decir, 378 mil sufragantes más que los 3, 236 mil 906 que lo hicieron en el 2000.

Pero si uno considera el tono de esta campaña electoral, la intensidad con que los candidatos defienden sus posiciones y el temor que se esparce sobre la posibilidad de que el partido en el poder cometa un fraude, la abstención o ausentismo podría oscilar entre un 20 y un 24%.

Hasta ahora no puede hablarse de una polarización del voto. Las encuestas hablan, las hechas públicas a través de los medios de comunicación, de una supremacía del Partido de la Liberación Dominicana y su candidato presidencial. Pero de una supremacía que en casi todos los casos es de dos a una.

Sin embargo, el Presidente de la República, cuya candidatura está en segundo lugar, se mueve con la retórica y la seguridad del que está pisando los talones al primero, del que está haciendo una carrera casi pareja. Este comportamiento, pocas veces visto en la política dominicana, hace que la campaña figure los contornos de un torneo polarizado entre el candidato del PRD, el Presidente Mejía, y el del PLD, el expresidente Fernández.

Creo que un efecto que esta característica de la carrera electoral tendrá será llevar más votantes a las urnas, es decir, que contribuirá a disminuir la abstención o ausentismo. Cada ciudadano y ciudadana querrá empujar la carreta para el terreno de sus intereses ideológicos y políticos, de su candidato.

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