De la batata al tabaco

<p>De la batata al tabaco</p>

PEDRO GIL ITURBIDES
Desde que se iniciaron los más fuertes ataques contra el tabaco, comencé a preguntarme si esta hoja sirve únicamente para inhalar su humo al ser quemada. Guiado por esta interrogante, decidí proponer que una concienzuda investigación determinara si era salvable. No pensaba en la plantación propiamente, sino en el casi medio millón de dominicanos que vive de su cultivo y procesamiento. Además, recordaba la lección de la batata.

El más humilde de nuestros víveres -es el más barato del mercado nacional- fue encontrado por los europeos en las Antillas. Lo mismo que el tabaco. Con la diferencia que el español primero, buena proporción de los europeos luego, y gran parte de la población del mundo más tarde, sucumbieron ante el aroma de éste. Pero no se rindió, el mismo número de pobladores del orbe ante aquella, que siguió siendo un tubérculo sin espléndido futuro.

Para nosotros la despreciada batata ha servido únicamente para ser ingerida hervida o frita, como pan o pudín, o como melcocha dulce. Los japoneses, en cambio, le sacan la leche de la cual fabrican cola de pegar, y con la pasta hacen un dulce traslúcido. Creo haberles contado de este dulce, relleno de una nuez de aquél archipiélago, ingerido en la Universidad de Oita. Desde el instante en que probé el mismo, el paladar me dijo que era un alimento conocido.

Pero ¡quién iba a pensar que era la humilde y preterida batata! De manera que saboreada una cucharada inicial, me dispuse a preguntar de qué hacían ese dulce.

Mas no completé mi pregunta, pues el doctor Ideo Terao, uno de los médicos que vino de Japón a instalar la unidad para el tratamiento de dolencias gastrointestinales en el hospital Luis Aybar, me dijo que era batata. La siguiente pregunta, por supuesto, se refirió al color de la masa. Esta vez me permitió completar la interrogante.

-Porque aunque ustedes se la dieron a los españoles, nosotros le encontramos su secreto. Y a seguidas me hizo un comentario sobre el aprovechamiento que hacen de esta planta.

Cuando me toque preguntar sobre una proteína extraída del tabaco, que sirve para curar padecimientos diversos, será un alemán el que me ofrezca la respuesta. Un alemán de la firma de investigaciones Icon Genetics, subsidiaria de Bayer, será la persona a cargo de decirme que nosotros lo lanzamos al mundo, pero ellos le arrancaron sus secretos. Tal cual me dijo el Dr. Terao de la batata. Y en esta incapacidad o impotencia para descubrir los secretos de la vegetación que pisamos todos los días, reside otro secreto. El secreto de nuestra pobreza.

El doctor Anatoli Giritch ha dicho que a partir de los experimentos realizados con el tabaco, Icon Genetics ha podido descubrir 50 proteínas terapéuticas. Por supuesto, no todo es masticar y tragar. El proceso descrito en la revista “Research”, órgano especializado de la empresa farmacéutica, proyecta una complejidad que entraña recursos económicos enormes. Pero si no abrimos nuestra imaginación a las indagaciones más simples, jamás llegaremos a ésas, costosas por complicadas.

Siempre se ha dicho que la jagua es un diurético formidable. Joaquín Balaguer la consumía regularmente hasta edad octogenaria. Luego la abandonó, lo mismo que la limonada que bebía al anochecer. ¿Qué le descubrió este asceta a esa fruta tropical, que lo volvió adicto a su refresco obtenido por exudación simple? ¡Sabrá Dios! De lo que podemos tener seguridad es que nadie ha investigado en el país, que sepamos, para qué sirve la jagua.

Lo dicho de la batata, del tabaco y la jagua podemos repetirlo de muchos otros frutos, arbustos y yerbajos del país.

Hace muchos años Miguel Lama, un activo comerciante de Neyba, investigaba los efectos anticancerígenos de la bija. Muchos, pletóricos de sabiduría -sabiduría tropical, por supuesto- se rieron de sus experimentos. Puedo decir, empero, en recuerdo de Miguel, que no andaba muy lejos de la realidad. La tradición criolla atribuye al brebaje que resulta de las semillas de bija hervidas en leche, propiedades diluyentes de la sangre. Y para curar hematomas se ha utilizado por siglos.

¿Por qué no averigüarlo antes de que vengan japoneses o alemanes a decirnos que hallaron propiedades terapéuticas de alto valor en éstos u otros vegetales nuestros?

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