De la cañonera a las amenazas verbales

De la cañonera a las amenazas verbales

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El inicio del siglo XX encontró a Estados Unidos y varias potencias europeas utilizando sus poderosas fuerzas navales para dirigirse hacia los puertos de los países, que les debían dinero desde hacía tiempo; la única forma de recuperarlo era en base a las amenazas de invasiones, y medidas de fuerza con el bombardeo de las ciudades, o apresamiento de los buques que zarpaban de esas naciones para incautarle las mercancías.

De esa manera, los Estados Unidos, que se iban convirtiendo en la nueva potencia mundial, preparaban e escenario de recuperación de islas en manos de España, y dirigió sus fuerzas para arrebatarles las Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Al mismo tiempo, esas acciones dieron forma a su estrategia para crear la nación panameña y darle inicio al importante canal interoceánico, que hoy es fundamental para el comercio mundial. Luego, y previo al inicio de la I Guerra Mundial, prepararon el ambiente internacional para ocupar las islas caribeñas, que no estuvieron en manos de Francia o de Inglaterra, por igual lo hicieron con algunas naciones centroamericanas.

Esa diplomacia de la cañonera era la típica de los norteamericanos y europeos en varios lustros del siglo XX. En el mundo avanzaba la sutileza diplomática que se consolidó cuando los terrestres contemplaban el enfrentamiento de dos colosos en el período denominado de la Guerra Fría. Rusia y Estados Unidos intentaban lograr la hegemonía mundial con la derrota del otro, finalmente el capitalismo salvaje, como lo ha llamado el papa Juan Pablo II, triunfó en 1989 cuando el comunismo se desmoronó, dejando a Estados unidos y más luego a la Unión Europea, como los amos del mundo. Se mantuvieron vigilantes y coqueteando para tener bajo control a las naciones asiáticas que dominan poderosamente el comercio mundial por su disciplina, vocación de trabajo y gran productividad.

Pero los norteamericanos y europeos, para demostrarle a los asiáticos, a los latinoamericanos y africanos, que ellos controlan la economía mundial, a cada momento les envían las misiones del FMI o del Banco Mundial, que pretendían enmendar distorsionantes políticas fiscales; por lo general sus recetas daban lugar a más inconformidad, a más pobreza y a más muertes en las calles de las capitales de los países afectados por la incapacidad de sus gobiernos corruptos e ineptos.

Así surgió un nuevo estilo de diplomacia, en que la sutileza, se dejó de lado así como las notas confidenciales a las cancillerías, sino que la agresividad de los representantes europeos y norteamericanos estalló a la hora de defender a los inversionistas de sus países que buscaban hace algún negocio en los países del tercer mundo. Ellos parecían más bien relacionadores públicos de grandes empresas como si fueran ejecutivos de las mismas o que esperaban trabajar con algunas de ellas después que cesaran en sus funciones diplomáticas.

La diplomacia, que resolvía tras bastidores los problemas que afectaban las relaciones de las naciones, dejó de ser un arte para convertirse en una de amenaza de quienes con el poder económico subyugaban a las naciones más pobres, dictando la forma de como comportarse a la hora de no afectar sus intereses. Así logran que los gobiernos acepten sumisamente sus criterios, que aveces, y eso es lo curioso, no obedecen a las directrices de los jefes diplomáticos en sus capitales, ya que se han convertido en portavoces de intereses privados, buscando prebendas que no son parte del mundo diplomático del respeto y de la ayuda mutua.

Los diplomáticos de ahora, muchos hechos a la carrera por sus amistades con los jefes de Estado de sus naciones, o para pagarle algún favor político, son las nuevas cañoneras del siglo XXI, en que ningún país escapa de sus injerencias. Para ellos los medios de comunicación son los recursos favoritos para dictar pautas y mostrar desagrado con los gobiernos anfitriones. Muchas veces no se dirigen a las cancillerías de los países pobres, sino que sus inconformidades las anuncian primeramente a la prensa o la televisión, para luego ir al canciller ya condicionado y temeroso de que se le va a quitar la cooperación, que le haría imposible la vida al gobierno de la nación que no se acoja a los requerimientos de exigencias incorrectas por parte de inversionistas que se agencian del apoyo de los embajadores de sus países para lograr el objetivo de sus negocios.

El nuevo orden mundial de la globalización es un arma de doble filo, por un lado, hay libre acceso a toda clase de productos con una mejor comunicación, pero por otra parte, existe lo negativo de que hay un bombardeo verbal que apabulla a los países pobres con todo tipo de amenazas, para hacerlos más sumisos y claudicantes de lo que reclaman o exigen los norteamericanos o los europeos.

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