De la corrupción y de la transparencia

De la corrupción y de la transparencia

En ocasión del 16º. aniversario de la agrupación no partidista Participación Ciudadana el Magistrado Javier Zaragoza, Fiscal anti corrupción y anti lavado de dinero de España, dictó una conferencia magistral donde analizó el papel del gobierno y de la sociedad civil  frente al flagelo de la corrupción y narcotráfico y sus efectos en el proceso del fortalecimiento de la democracia, particularmente en países débiles o incipientes, como el nuestro.

Hace poco, sintonizando un interesante programa radial matutino escuché el debate de sus participantes y opiniones encontradas sobre la inquietante pregunta de si se podía ser transparente siendo corrupto o viceversa. En el imaginario popular, que no entra en vanas disquisiciones el asunto está claro: corrupción y transparencia son términos antagónicos. No caben en el mismo zapato.  La democracia, para serlo, ser transparente, no corrupta.  No puede haber transparencia donde hay corrupción, y donde la corrupción es permitida, tolerada, alimentada no puede haber democracia.

Etimológica y moralmente transparencia es claridad. Ser diáfano,  traslúcido y la  corrupción es todo lo contrario. Es vicio que corroe y corrompe por partida doble. Envilece, mancha, degrada.  Si se  llama transparencia (sic) aquella que simula, oculta, disimula, o pervierte los hechos, ésta se torna corrupta.  Su complicidad la macula. Deja de serlo.  No lo es, si apaña o si tapa maliciosamente lo que debe transparentar. Corrompe su naturaleza, que es dejar ver la luz clara, evidenciar la realidad no pervertirla. No hay convivencia posible entre estos dos elementos, en términos definitorios: políticos, sociales o éticos. Cada uno ocupa su lugar, sin medias tintas.

Técnicamente  sí. Físicamente,  se puede ser transparente y no ser corrupto. Vale  entonces el esfuerzo por  serlo. La buena intención. La  conducta o el comportamiento del objeto investigado o cuestionado,  no  le ha faltado a la verdad  ni a los hechos conocidos porque sí. No es el caso de  una  práctica corrupta. De la corruptela, que  ofrece resistencia, desconoce  o viola la ley contando con su poder y el poder de la impunidad.

Vivimos tiempos difíciles. Terribles para la democracia. Donde el narcotráfico se entroniza  mediante el uso del dinero mal habido y  métodos de violencia y  terror. La sociedad impotente, siente cómo se debilitan sus instituciones, cómo sus valores tradicionales son sustituidos por anti valores sociales, sembrando el caos y el desorden.         

Es ahí donde el gobierno ha de intervenir eficazmente, con determinación y sin ambigüedades. Es ahí donde la sociedad civil ha de  jugar un papel más activo, preponderante, valiente. Donde la prensa y los medios de comunicación no pueden callar. Donde la Justicia no puede claudicar. Donde los partidos políticos, sostén instrumental de la democracia, deben rectificar su conducta, so pena de desaparecer.

Porque conoce y  calla el crimen se hace cómplice del mismo.

Pero el que tiene poderes y facultarlo para prevenirlo y castigarlo y no lo hace, se condena como autor.     

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