De la cueva «Tarcisio Villanueva»

De la cueva «Tarcisio Villanueva»

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Tarcisio Villanueva fue un sacerdote español jesuita que reportó por primera vez la Cueva del Puente o del Corral, en Borbón, en 1955. Pero como sabía que a los dominicanos no les interesaba para nada el asunto de las cuevas ni lo que pudieran tener o significar, su reporte formal lo hizo en inglés, en un pequeño librito que se fue a andar por el mundo como siguiéndole los pasos al reporte –también en inglés– de Sir Robert Schomburgk en 1851, que se había ido por el mundo 104 años antes.

Pero para que no se dijera que no estuvo, o para evitar que otros se adjudicaran su hallazgo, Tarcisio Villanueva hizo publicar en El Caribe la noticia de la existencia de esa cueva y de sus grandes y maravillosas formaciones. Pero además, en el fondo de una de las cuevas –la Cueva Scarlet– dejó escrito su nombre y la fecha de cuando estuvo.

Como ya tenían nombre la Cueva del Puente y la Cueva Scarlet, decidimos ponerle el nombre de Tarcisio Villanueva a otra cueva cercana en memoria de este explorador, de quien alguien de la iglesia católica me dijo hace años que todavía vivía, pero con quien nunca pudimos hacer contacto.

La Cueva Tarcisio Villanueva tiene un desarrollo de aproximadamente 1.750 metros cuadrados. Se accede a ella a través de cualquiera de las tres claraboyas en su techo, es decir, de acceso vertical. Dos de estas claraboyas permiten acceder a una galería de 61 por 16 metros. La tercera claraboya permite pasar al interior de otra galería compuesta por cuatro salas y tres pasillos que se unen entre sí. Además de éstas, otras tres claraboyas pequeñas se abren en el techo de la Cueva Tarcisio Villanueva, pero no son aptas para su acceso.

La sala mayor de la Cueva recibe suficiente iluminación desde el exterior, por lo que resulta fácil su recorrido.

Una gran colada caracteriza a esta sala de la «Tarcisio Villanueva», pero otra característica, quizás más importante, destaca a esta cavidad. El piso de esta sala es bastante regular y con abundante suelo laterítico, lo que ha permitido que con el paso del tiempo haya podido acumular y guardar restos de animales ya desaparecidos en la zona y en la Isla.

Durante labores de exploración bioespeleológica encontramos muy cerca de una pared, y apenas asomando de la superficie del suelo, restos del tipo de jutía conocido técnicamente como Capromys Sp., lo que nos indica dos cosas: primero, su antigua presencia en la zona; segundo, la posibilidad de que hayan también restos de otros mamíferos ya extinguidos, tanto de los pequeños mamíferos (solenodonte, plagiodontia, coríes, quemíes, etc.) como de los grandes mamíferos encontrados en la Cueva No. 1 hace ya más de 30 años durante las excavaciones realizadas en esa cueva por Dato Pagán, Manuel García-Arévalo, Fernando Morbán y Manuel Mañón Arredondo.

Lamentablemente, la actividad minera –muy cercana a la Cueva Tarcisio Villanueva– ha originado grandes desplomes, principalmente de sus formaciones secundarias.

En la «Sala de la Gran Colada» (como le hemos llamado a la sala principal) pueden apreciarse grandes bloques desprendidos desde el techo que cubren buena parte del piso de la Cueva. Igualmente ocurre esto en la «Sala de las Cortinas» (otro de los llamativos espacios de la Cueva), en donde buena parte de las grandes concreciones cenitales se ha desprendido por causa del uso de explosivos en la cantera ubicada al sur de la Cueva.

Siendo como imaginamos que era: inquieto explorador y ambicioso descubridor, Tarcisio Villanueva regresó a España, donde creemos que se quedó a residir y hasta es posible que aún viva. Como ya no hay limitaciones para la comunicación, y como hay tantas conexiones con todo el que estuvo y está en las labores de cuevas, mucho nos gustaría que alguien en España que haya conocido a Tarcisio Villanueva o a su familia les haga saber que en la República Dominicana le recordamos y le admiramos, porque su trabajo ha sido parte del soporte para la defensa de un patrimonio que él ayudó a descubrir y a importantizar, en una época en la que a muy poquísimos dominicanos les interesaba.

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