De la desesperanza a la utopía: no todo está perdido

De la desesperanza a la utopía: no todo está perdido

No hay nada que hacer. Tantas muertes, tantos sacrificios para nada. Todo está perdido. Evidentemente, no. Debemos derrotar esos signos agoreros. Ese pensar que aleja de la lucha a buenos ciudadanos.  Signos alentadores, emblemáticos,  se levantan en lo que Karl Manheim nominó “democracia militante” en  su Diagnóstico de Nuestro Tiempo. Parte importante de lo mejor de nuestra juventud y de la clase media se moviliza, toma consciencia y manifiesta su propósito de cambio con denuncias y protestas vigorosas, consistentes, justicieras. Hasta en sectores tradicionalmente conservadores y represivos (fuerzas armadas, policía nacional) se observan deseos de trasformación,  arrastrados por la avalancha de reivindicaciones que la consciencia nacional, a gritos, exige a nombre  de sus grandes héroes, líderes y mártires que vivieron y murieron con el sentimiento patrio prendido  en el alma.

Puntos luminosos  nos indican el qué hacer  para desbrozar el camino de la  redención. Nada estrambótico como “hacer lo que nunca se ha hecho.” Algo más sencillo y accesible. Lo cotidiano. cumplir cada quien con lo suyo.  Abrigar la satisfacción del deber cumplido, no importa el peldaño que se ocupe en  la sociedad, reservándole a la clase gobernante la mayor responsabilidad, sin depender de ella. Inculcar mediante el ejemplo  las virtudes y los valores morales y  principios éticos de honestidad, decencia,  justicia social, solidaridad, confraternidad que orientan el camino del bien común. Valores intangibles que escasean en un mundo convulso y violento,  eminentemente egoísta,  que hace más caro  e imprescindible la presencia de estos valores y principios universales para hacer factible el cambio deseado por el conglomerado social como un absoluto.

Dos instituciones de cumpleaños merecen particular reconocimiento por haber asumido responsablemente ese reto. Participación Ciudadana, movimiento cívico independiente, no partidista,  celebró su XIX  aniversario de su fundación. Su trayectoria, fiel a su Declaración de Principios y sus Estatutos, ha calado profundamente el sentir democrático del pueblo dominicano, contribuyendo poderosamente al intento de fortalecimiento del  sistema democrático, de los partidos políticos  y el debido respeto a los derechos humanos y las libertades públicas; y la Academia de Ciencias (ACRD), fundada por un grupo de prohombres en procura de la verdad científica y el bienestar humano. Ha acrecentado su bien ganado prestigio por sus valiosísimos aportes a favor de la preservación de nuestros recursos naturales,  los ecosistemas,  el medio ambiente,   la salud, la educación y demás componentes del bienestar  del pueblo dominicano y la soberanía de nuestra  nación. A nivel internacional su reconocimiento no es menor,  llegando  a presidir por años  la prestante  Convención Científica del Caribe (CCC) que agrupa a más de 20 institutos regionales de igual naturaleza. Conmemorando su XLVII Aniversario, su actual presidente, Lic. Milciades Mejía, ofreció  un pormenorizado informe a la Asamblea allí reunida, realzando, en su segundo año de gestión, los logros y realizaciones alcanzados  a pesar de su exiguo presupuesto y la poca atención que sucesivos gobiernos han dispensado al desarrollo de la investigación,  la ciencia y la tecnología, puntos focales para superar los niveles de bienestar y  progreso que  dignifican la vida de una nación. Por esos caminos se avizora la utopía. Se derrota el derrotismo.

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