De la esperanza nacional

De la esperanza nacional

El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) surge en el exilio, en medio de la conflagración bélica mundial conocida como la Segunda Guerra; y como todos los proyectos populistas que se desarrollan en América Latina, al amparo de la derrota del fascismo internacional, adopta como plataforma ideológica, reivindicaciones puramente políticas, económicas o sociales, como son las justicia social, las libertades públicas y la mejoría en las condiciones de vida. Son partidos que nutriéndose de los valores y antivalores de los llamados desheredados de la fortuna se han perpetuado en la psicología de las masas, en sus aspiraciones y sueños, en sus altas y bajas, en sus agonías y éxtasis; y utilizando los sentimientos y emociones de los seres sencillos, caudillos, líderes y caciques políticos, generan el atraso económico, social y educativo, con una visión de la realidad tan estrecha que no ven más allá de sus intereses personales y grupales.

En México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se constituye durante más de tres cuarto de siglo en ley, batuta y constitución, dominado por una camarilla de caciques y matones corruptos que escandalizaron de tal forma la vida política mejicana que una coalición de partidos derechistas los sacó del poder, llevando al ex gerente de la Coca Cola en México, Vicente Fox, a la presidencia. El desastre de la política neoliberal del ranchero azteca está provocando las condiciones para el regreso al poder de los priístas.

En Perú, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), cuyo programa de oposición al imperialismo y a la oligarquía local lo hizo muy popular, cinco veces ganó las elecciones, con su ideólogo y guía como candidato presidencial, Víctor Raúl Haya de la Torre, y cinco veces fue impedido de asumir el poder por parte del imperialismo, la oligarquía local y los generales militares.

En Ecuador, el candidato que era tan buen tribuno que llegó a decir «dénme un balcón y le devolveré una presidencia», José Velasco Ibarra, su figura dominó durante tres decenios la vida del ecuador. Ocupó cinco veces la presidencia y sólo una vez terminó su mandato. El país sudamericano, después del anciano caudillo, jamás ha tenido una etapa de estabilidad política, discurriendo su azarosa vida institucional entre golpes de estado militares y gobiernos electos que no terminan sus períodos. el actual presidente Lucio Gutiérrez está haciendo malabares en la cuerda floja, ya que las protestas populares y sindicales, por su mala política económica, piden su renuncia.

En Venezuela, el Partido Acción Democrática (ADECO), que fundara Jóvito Villarba y Rómulo Betancourt ,incidió durante varias décadas en una alianza «bipartidista» con el COPEI socialcristiano de Rafael Caldera, repartiéndose la presidencia y la riqueza venezolana, empobreciendo de tal forma a las masas del rico país productor de petróleo que éstas se sublevaron y dieron al traste con el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, por corrupto.

En Colombia, el «bipartidismo» se estableció constitucionalmente, después del derribamiento de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, en el llamado Frente Nacional, donde liberales y conservadores se alternaron en el poder durante dieciseis años. Ambos partidos tenían tan pocas diferencias que el laureado novelista Gabriel García Márquez llegó a decir irónicamente que La diferencia estaba en que los domingos, uno iba a la misa de las ocho, y el otro, iba a la misa de las once».

En Argentina, el Partido Justicialista Peronista), creado por el coronel Juan Domingo Perón, ha gravitado profundamente por más de medio siglo sobre el destino nacional, gracias a una política antiimperialista, nacionalizando los medios de producción y aplicando una política social, inspirada por Eva Duarte (Evita Perón), que permitió que «los descamisados» se convirtieran en las masas determinantes en los acontecimientos políticos. El peronismo es el alma nacional de Argentina, y esto quedó demostrado cuando el ex presidente Fernando de La Rúa, quien había llegado al poder por una alianza de muchos partiditos de derecha y centro derecha, ante la gravedad de la crisis económica, entregó, sin pasar por elecciones previas, el poder a los peronistas. El populismo latinoamericano, para renovarse y hacerse más atractivo a las grandes masas, adopta la modalidad política europea conocida como socialdemocracia.

Juan Bosch calificó su aplicación por parte del PRD en la República Dominicana de «estafa política», porque esta modalidad de la democracia representativa no puede progresar en un país de escaso desarrollo capitalista.

Los tres delegados del PRD (Angel MIolán, Nicolás Silfa y Ramón Castillo), llegaron al país el 5 de julio del 1961. Traían en sus alforjas los métodos políticos que llenarían de ilusión a las masas dominicanas irredentas, que con la muerte del tirano Trujillo dejaban de ser espectadores pasivos para pasar a actores activos de su propio drama político.

El PRD llenó ese importante vacío político, con sus prédicas insufló en las masas rurales y de los centros urbanos una esperanza de redención que cuatro décadas después, a pesar de las lágrimas y sangre derramadas por estos «hijos de machepa», no se ha cumplido. Por el contrario, esas masas irredentas han perdido la fe en el mesiánico «partido de la esperanza nacional», y los últimos acontecimientos políticos nacionales indican que esta vez el alejamiento es definitivo, aplicándose el apelativo aquel, de puro corte populista, de que «las masas no son de nadie». Seguimos con el tema.

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