De la guerra

De la guerra

SERGIO SARITA VALDEZ
Ha caído en mis manos como manjar venido de los cielos la versión íntegra del libro que lleva el título del encabezado del presente artículo, escrito por el general prusiano Carl von Clausewitz, publicado por primera vez en  alemán en 1832 y traducida al español ahora por Carlos Fortea en el 2005 por la editora La Esfera. El texto se inspira en las batallas libradas por Napoleón Bonaparte, quien con tropas reducidas consiguió derrotar a los grandes ejércitos de las monarquías europeas, mediante una excelente comunicación que le permitía realizar ataques sorpresivos acompañados de una impulsiva velocidad de movimiento de sus hombres.

El profesor Juan Bosch publicó en 1977 un ensayo acerca de Máximo Gómez, titulado El Napoleón de las guerrillas, nombre con el que el diario británico The London News había bautizado al emperador francés. En dicho trabajo nos dice Bosch lo siguiente: “Napoleón estaba considerado como el más extraordinario organizador y jefe de ejércitos de todos los tiempos y los ingleses no eran dados a exagerar; y además, a pesar de que fue el dios de las batallas, Napoleón terminó su vida militar con la derrota que sufrió en Waterloo, de manera que no llevó a la tumba el laurel de general invicto, palabra que significa el que nunca fue vencido, y Máximo Gómez, en cambio, convirtió en victorias todos sus hechos de armas”.

Volviendo al texto de Carl von, notamos que este filósofo de las contiendas divide los enfrentamientos bélicos de acuerdo a los fines perseguidos en aquellos que tienen como propósito fundamental la derrota del adversario y los que buscan conquistas en las fronteras. Define la guerra como la continuación de la política del Estado por otros medios. Dice también que se trata de un acto de violencia para obligar al contrario a hacer nuestra voluntad. De ahí deduce que “el desarme o la derrota del enemigo, se le llame como se le llame, tiene que ser siempre el objetivo de la acción bélica’.

Su concepción de la utilidad de la violencia armada queda plasmada en el siguiente párrafo: “Vemos pues que la guerra no es sólo un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación del tráfico político, una ejecución del mismo por otros medios. Lo que sigue siendo peculiar de la guerra se refiere tan sólo a la naturaleza singular de sus medios. El arte militar en su conjunto, y el general al mando en cada caso concreto, pueden exigir que las direcciones e intenciones de la política no entren en contradicción con esos medios, y probablemente esa pretensión no sea pequeña; pero, por mucho que influya en algún caso sobre las intenciones políticas, siempre habrá de pensarse tan sólo como una modificación de las mismas, porque la intención política es el fin, la guerra el medio, y nunca puede pensarse el medio sin el fin”.

Entrando ya en el campo de la psicología para explicar como acertar a tiempo el punto de ataque, Clausewitz le asigna gran importancia a la toma de decisiones. Sobre el particular nos refiere: “La decisión es un acto de valor en el caso concreto y, cuando se convierte en rasgo del carácter, un hábito del espíritu…El mero entendimiento no es valor porque a menudo vemos carecer de decisión a las gentes más inteligentes. El entendimiento tiene pues que empezar por despertar el sentimiento del valor para ser sostenido y llevado por él, porque en los afanes del momento los sentimientos dominan más a los hombres que los pensamientos. Hemos señalado aquí a la decisión aquel lugar en el que, debe anular los tormentos de la duda, los peligros del titubeo”.

Luego continúa expresando: “Esta decisión pues, que vence a un estado de duda, sólo puede ser causada por el entendimiento, y por una dirección muy singular del mismo. Afirmamos que la mera convivencia de los conocimientos superiores y los sentimientos necesarios no bastan para la decisión. Hay personas que poseen la más hermosa mirada espiritual para la más difícil de las tareas, a las que tampoco falta el valor de cargar con responsabilidades, y que sin embargo en los casos difíciles no resultan capaces de tomar una decisión… Esta peculiar orientación del entendimiento, que abate cualquier otro temor del hombre con temor a la vacilación y el titubeo, es la que conforma la decisión en los ánimos recios; por eso las personas con poco entendimiento no pueden ser decididas, en el sentido en que aquí lo decimos. Pueden actuar sin titubeos en casos difíciles, pero entonces lo hacen sin reflexionar, y naturalmente, a quien actúa de forma irreflexiva ninguna duda puede enemistarle consigo mismo. Una acción así puede acertar de vez en cuando, pero decimos aquí lo mismo que antes: es la media de éxitos la que señala  la existencia del genio bélico.”

Las 740 páginas que componen este clásico de la guerra han resistido cerca de 175 años de prueba sin que hasta la fecha hayan perdido su vigencia universal. De su lectura es mucho lo que puede nutrirse la mente de un absorbente intelectual. Más importante todavía lo es el poder interpretar los conflictos militares internacionales del presente, así como los combates que por más poder político se vienen generando en el patio criollo.

Será en mayo de 2006 cuando se definirá quienes son en realidad los genios bélicos de la contienda política en la que ya estamos sumergidos.

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