El 19 de diciembre del 2019, la asamblea general de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 2021 como Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, bajo el compromiso de los gobiernos signatarios de trabajar para impulsar la “Economía Naranja”, basada en el conjunto de bienes y servicios producidos por la cultura, el arte creativo y el talento humano.
En diciembre del 2020, diez meses después de iniciada la pandemia que paralizó una gran parte de la economía dominicana, incluyendo la industria del entretenimiento, el gobierno del presidente Luis Abinader dispuso de la entrega de 100 millones de pesos para auxiliar a los artistas y trabajadores de la música que habían dejado de generar ingresos durante ese período.
La reacción crítica de un sector de la opinión pública del país fue desproporcionadamente severa, aunque la entrega del dinero implicaba un compromiso contractual de los artistas para hacer presentaciones gratuitas en beneficio de la población cuando las condiciones sanitarias lo permitieran.
Equidad y justicia
No se trataba de un regalo, pero si de un acto de equidad y justicia, ya que de este modo el gobierno del presidente Abinader estaba extendiendo la asistencia de Gobierno a un segmento productivo de alto impacto en la economía nacional, del que dependen cientos de miles de dominicanos, con una amplia proporción de jóvenes y mujeres.
Aunque no fue explicado de ese modo, la asignación de esos 100 millones de pesos a nuestros artistas representaba un pequeño adelanto de la partida de 471 mil millones de pesos consignados en el presupuesto nacional del 2021 en beneficio de los sectores sociales carenciados y de los grupos impactados por la pandemia.
Independientemente de su valor como expresión de la identidad nacional y su enorme contribución a turismo y a la marca República Dominicana, el Banco Central mostró en la encuesta nacional de consumo cultural del 2014, que en el país habían más de 468 mil 324 personas que dependían económicamente de la actividad artística y cultural, representando el 12.5 por ciento de nuestra población laboral.
Esas cifras justamente correspondían a los aportes productivos de las industrias culturales y creativas o lo que ya se conoce universalmente como Economía Naranja, un concepto escasamente reconocido en la República Dominicana, sobre todo si se compara con el caso de Colombia, donde este sector es parte de la organización del Estado con una participación económica consignada en las estadísticas nacionales.
Más de 500 mil empleos recuperados en Colombia.
En el 2021 y como parte de la estrategia del gobierno del presidente Iván Duque para impulsar la recuperación económica del país sudamericano tras el impacto de la pandemia, los datos de la cuenta satélite de economía naranja mostraban que en el tercer trimestre del año se lograron recuperar 522 mil 117 empleos, 100% de los que existían en ese mismo período del año 2019, de acuerdo a una publicación de la ministra de Cultura, Angélica Mayolo.
La funcionaria explicó que esos resultados tuvieron directamente que ver con la reactivación de espectáculos públicos, aumento de aforos y también en el sector audiovisual y literario.
La atención del gobierno colombiano al segmento de la cultura y las artes creativas se desarrolló a través de diferentes programas, partiendo de la “Ley Reactivarte”, lo que permitió que los municipios y departamentos pudieran entregar incentivos económicos directos a 18 mil gestores culturales y artistas de manera directa.
Posteriormente, de acuerdo a la ministra Mayolo, se puso en marcha la estrategia “Cultura en Movimiento”, con tres grandes convocatorias “Comparte lo que somos”, “Artes en movimiento y “Jóvenes en Movimiento”, que implicó una inversión de $40.000 millones de pesos colombianos, beneficiando a 60 mil personas involucradas en la cadena de valor de la Economía Naranja.
Y contrario a lo que pasó en la República Dominicana con la decisión del gobierno del presidente Abinader de auxiliar al segmento más representativo de nuestras artes creativas, nadie se alarmó ni lo consideró como un privilegio o un acto de dispendio.
Naturalmente, en el caso dominicano esa reacción tuvo que ver con la extendida percepción de que la actividad cultural y específicamente la relacionada con la música y la creación artística, no es importante para el país o no tiene impacto en la economía y en la generación de empleos, contrario a lo que muestran las estadísticas oficiales del Banco Central.
En un próximo artículo resaltaré las iniciativas concretas que ya se conocen en la República Dominicana y en América Latina para impulsar el desarrollo de la Economía Naranja, incluyendo un programa especial del Banco Popular, un plan de capacitación del Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (INFOTEP) y la creación del Premio al Turismo Naranja, instituido en su más reciente asamblea general por el Fórum Iberoamericano de Periodistas de Turismo (FIPETUR). (29 de mayo 2022).