En la pasada edición dedicada a los niños, nos llena de amor y ternura observar las caritas felices, las sonrisas diáfanas, los ojitos brillantes que reflejan inocencia y confianza, en un mundo en el que han sido bendecidos con lo hermoso de la vida. Y damos gracias a dios porque nuestros pequeñitos son protegidos y amados incondicionalmente.
Es una Diosidad que en estos días tuve el privilegio de disfrutar de la compañía de Daniela, mi princesita amada. Jugar y reír con ella y encontrar en mi el niño que todos tenemos dentro y que desafortunadamente se esconde entre las presiones y experiencias adultas de la vida diaria, pero que al aparecer y expresarse en nosotros, nos hace recordar que fuimos niños, regresando a nuestra memoria la plenitud de esta etapa tan feliz.
¡Cuántas gracias tenemos que darle a nuestro Padre del cielo por permitirnos compartir con nuestros niños, disfrutar de sus ocurrencias y poderles dar una vida hermosa y alegre! pero a la vez comprender la gran responsabilidad que tenemos de educar, y concientizar a estos pequeñitos, que son el futuro del mundo.
¡Qué fácil es malcriar y que difícil es educar! Solamente con la sabiduría del Padre y el ejemplo de Jesús, podemos hacer una buena labor de enseñar a nuestros hijos y nietos a respetar y respetarse, a amar a su prójimo, tener compasión por los que sufren, por los menos afortunados y a no dejarse influenciar por las presiones del mundo.
¿Cuantas personas inteligentes, educadas y privilegiadas en la sociedad no comprendemos la necesidad de educar según el ejemplo de Jesús? ¿Cuántos no comprendemos los tiempos que estamos viviendo? ¿Cuántos somos indiferentes al dolor ajeno? ¿Cuántos hemos perdido la capacidad de amar intensamente y ponernos en el lugar de nuestros hermanos que sufren? Pienso que cada día hay un despertar espiritual más esperanzador, cada día hay mas familias que se congregan para vivir en el evangelio, escuchar la Palabra de Vida, las Promesas del Padre y ser luz y dar luz al mundo en que vivimos. Optimismo y esperanza de un mundo mejor.
El Señor nos ha dado mucho y así también nos ha dado la responsabilidad de ver más allá de nuestras fronteras familiares, de ver a los niños de la calle, niños que nacen y mueren en las calles a causa de la pobreza y el abandono. Son niños que llaman a nuestra conciencia, que sonríen y agradecen los pequeños gestos de amor y solidaridad. Y este amor debemos de enseñarlo a nuestros pequeños, que vean el mundo que les rodea con generosidad de sentimientos y agradezcan al Señor las muchas bendiciones que tienen, aprendiendo a compartir, a respetar y a ser misericordiosos.
Oremos todos por los niñitos que sufren, por los que viven en medio de guerras sin sentido, por los que tratan de sobrevivir en Japón, en Haití, y en todo el mundo donde hay desorden y angustias. Oremos por las madres que han perdido sus hijitos, por las que tratan de protegerlos con sus propias vidas. Oremos por esos angelitos que en su inocencia no saben qué pasa ni porqué. Oremos pidiendo al Padre del Cielo que derrame su misericordia y su amor sobre estas almas dándoles la paz.
Bendice Señor nuestras familias, nuestros niños. Protégelos y libralos de todo mal. Bendice nuestros hogares, nuestro país y al mundo entero y enséñanos a ser como Tú eres, porque nos hiciste a Tu imagen y semejanza. Perdónanos Señor, todas las veces que faltamos a tu amor y derrama sobre tus hijos tu infinita misericordia.
Paz a todos