De la prefiguración de la novela al mundo fabulado

De la prefiguración de la novela al mundo fabulado

Anotemos aquí que en este nivel encontramos las narraciones que cuentan las acciones humanas en la medida en que ellas están dadas a imagen de la vida (Ricoeur, “Temps et récit”, I, 318). Y los textos del tipo III, que niegan la semejanza del mundo de la realidad efectiva. Es el modelo del mundo de lo ficcional no verosímil (Garrido, 31).

A este mundo corresponde la literatura fantástica. Para lo que es recomendable echar una mirada a la teoría de Z. Todorov, en “Introducción a la literatura fantástica” (1980).

Al aplicar la teoría de los mundos posibles a la novela dominicana, encontramos que en su mayoría corresponden al primer y segundo mundo, aunque en algunas lo real y lo fantástico aparezcan unidos.

El mundo de la vida en nuestros narradores ha sido prefigurado dentro de la mímesis de la realidad o como un relato que apela a imitar la realidad. Albadalejo ve en cada mundo la existencia de unas reglas, que el narrador debe seguir. Yo añadiría también la noción de gramática del mundo.

En nuestra novelística, que viene de la tradición europea y que es el fruto de la diseminación de las ideas de la modernidad en los países colonizados de América, los modelos narrativos están dados con acuerdo a cómo la tradición europea realizó la mimesis durante el desarrollo de la modernidad.

El mundo de las novelas “La fantasma de Higüey”, de Francisco Javier Angulo Guridi y de “El montero” de Pedro Francisco Bonó, se configura a partir de la tradición romántica que imita la realidad desde la perspectiva de encontrar lo particular. Se intentaba entonces integrar en lo nacional, como una forma de construir en el arte de novelar las ideas del Estado nacional que propugnaba la burguesía luego de la Revolución francesa.

Podríamos postular que frente a la manera endeble de la existencia de las ideas nacionales cuando surge esta novelística en las décadas de 1840-1850, su recurso, más cercano a los lectores de novelas españolas y francesas, pretendía buscar lo propio junto a lo fantástico en la novela de Guridi.

Mientras que en “El Montero” se explora la vida y la tradición social de la montería. Ambas obras, una más cercana a lo fantástico y otra más realista, conforman los mundos donde juegan lo verosímil y lo inverosímil; pero en el fondo, el sentido de individualización pone énfasis en la particularidad de la cultura dominicana.

Ambas trabajan con el material de la realidad, no como presente, sino como exploración del pasado. De ahí su entroncamiento con la historia, tema de tanta importancia en el romanticismo. En el caso de “La fantasma de Higüey”, Angulo Guridi parte de una narración popular, de un pasado atribuido al paso del pirata Morgan por la ciudad de Higüey. Por el contrario, Bonó quien toma la tradición del montero que viene desde el siglo XVII, configura la vida del campesino dominicano.

En Bonó se nota a un sociólogo incipiente que ve las tradiciones ligadas al mundo de la vida. Su obra tiene mucho arraigo porque la montería cuando él escribió esta novela se encontraba en crisis luego del incipiente desarrollo económico provocado por la Revolución atlántica.

“El montero” es una novela que funda una visión sobre la sociedad dominicana que viene a ser explorada por los historiadores de la historia económica y social. Es la novela que inaugura la exploración del mundo de la vida dominicana desde la representación del pasado. Esta obra expresa lo que llamará Husserl y luego Habermas “die Lebenswelt”. Ella se hace la pregunta sobre el Ser dominicano.

Y lo funda dentro de las tradiciones sociales de una comunidad viajera enclavada en el Caribe. En fin, estas dos novelas inician el narrar lo propio desde la perspectiva de la tradición romántica.

A ellas le siguen dos novelas del primero y el segundo tipo. Ambas podrían ser vistas dentro del romanticismo, “ma non troppo”.

En el caso de “Enriquillo” de Manuel de Jesús Galván, el romanticismo que le da base intenta fundar un pasado cultural en la vida indígena. Pero su mirada se vuelve problemática para la generación de historiadores de la historia económica y social y para la sociología de la literatura. Si bien “Enriquillo” se encuentra dentro de los relatos novelísticos fundacionales (Doris Sommer, 2009), ella no representa una obra que inicia la tradición narrativa apegada a la realidad dominicana.

Aunque su carácter es histórico, por su contradicción ideológica es vista en la década de 1970 como un texto más apegado a la ideología hispanista que a la idea de libertad que se desea en un relato del pasado. Yo postulo que la novela se encuentra extraviada entre las ideologías de su época y las ideologías que manejan su recepción.

Mientras que “Baní o Engracia y Antoñita”, de Francisco Gregorio Billini, parece una novela por un lado romántica, por el otro realista, pero es en fin una novela naturalista que se inclina por la exploración del mundo político dominicano. Funda el modelo de obra que explora el problema del gobierno de la polis. El tema neurálgico de la dominicanidad: cómo podemos organizarnos en una ciudad democrática que respete los derechos de los individuos y en la cual se asuma que el modelo democrático de gobierno exige que la minoría se someta a la mayoría.

Esta tradición pasa de Billini a García Godoy, “Trilogía patriótica” (“Rufinito”, “Alma dominicana” y “Guanuma”) y de este a Tulio M. Cestero, de “La sangre”, “Sangre solar”, y “Ciudad romántica” y a la “La Mañosa” de Juan Bosch. En la prefiguración de la novela dominicana, encontramos entonces un plan fundador que explora una nueva mirada del país. La novela dominicana quería dilucidar el modo de ser dominicano. Así se preguntaban los autores sobre los problemas nacionales. Pocas como “Madre culpable”, de Amelia Francasci, se salieron de una representación del mundo que hiciera una mímesis de la realidad, para presentar el mundo dominicano como era o como podría ser, siguiendo las reglas de la configuración del mundo de tipo I y de tipo II, enunciadas por Albadalejo.

En la preconfiguración de la novela es importante que el novelista tenga una preocupación por mostrar un mundo. Que tenga la intención creativa de producir un texto dentro de las ideas no éticas (Husserl, “Ideas” I, 2013), en las que el pensamiento configura las acciones humanas como si estas fueran o semejan el mundo de la vida; o, por el contrario, presente relatos en que las reglas que gobiernan el mundo de la vida se desbordan hacia una mimesis distinta que configuran el tercer tipo de mundo de Albadalejo. (Continuará).

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