Parece que a los políticos legisladores se les han terminado las opciones de crear nuevas demarcaciones territoriales, cercenando las existentes; de ahí aquella diarrea jurisdiccional que vuelve loca a la Junta Central Electoral, a la hora de organizar elecciones, o al mismo Estado para crear nuevas plazas y en particular a la justicia.
Entonces, ya que se le han agotado esa posibilidades expansivas y electoreras, han vuelto sus miradas a modificar nombres de las provincias, que se inició con el cambio de nombre de la provincia Salcedo por el de Hermanas Mirabal, justo reconocimiento a tres valerosas heroínas, que enseñaron el valor de la vergüenza y el decoro a todos los dominicanos, cosa que hoy en día muchos no pueden alardear de poseer tales atributos cívicos.
Para continuar con el cambio de nombres a las provincias le ha tocado el turno a la de Peravia, en que se ha formado un movimiento para que la misma se le bautice con el nombre de Máximo Gómez, que hijo de la tierra banileja, enseñó su valor y atributos cívicos en Cuba, brillando en dos etapas de la lucha independentista su aguerrido atributo de valor, responsabilidad y entrega.
Esa propuesta de cambio de nombre encierra imponderables cívicos muy sutiles, en donde se pretende reconocer tardíamente los atributos de un banilejo, que en su época inicial de adulto fue un estricto anexionista sirviendo a la bandera española allá por los años de 1860, para luego, al marcharse con la salida de las tropas españolas, rebelarse en Cuba y convertirse en el adalid de la libertad de la vecina isla hermana.
Yo considero que esa iniciativa de importantes intelectuales y políticos apoyando tal modificación de nombre, constituye una ofensa innecesaria para mucha gente. Así es como lo considero, ya que entonces habría que cambiarle el nombre a la provincia de El Seybo por el de Pedro Santana, hijo benemérito de esa comunidad y que a mucha honra tienen el nombre de su caudillo. A Puerto Plata se le debería bautizar como provincia Gregorio Luperón; a San Cristóbal restaurarle el nombre de Trujillo y a Monte Cristi ponerle el de Desiderio Arias.
En fin, son consideraciones de cambio de nombre con un sutil tinte ideológico y retorcido, que nos lleva a sumergirnos en temas que no tienen la trascendencia de los demás problemas que agobian al país ya de por sí castigado por una tropa de políticos prepotentes con ínfulas de ser superiores a los demás dominicanos. Ellos buscan sacarle beneficio a cualquier actividad, proceden a emprender movimientos no solo para agradar a sus conciudadanos, sino hacerse los simpáticos con el régimen cubano ya en decadencia; sin duda, Fidel Castro honró mejor que nadie la memoria del libertador Máximo Gómez, al donar un centro educativo ejemplar, que en Sombrero, Baní, lleva a cabo una admirable labor educativa.
Por tanto dejemos que la diminuta provincia Peravia, cercenada cuando por otro antojo político se constituyó la provincia de San José de Ocoa, conserve su nombre y honremos a Máximo Gómez con emular su ejemplo patriótico de combatir las tiranías y apoyar la redención de los pueblos como fue el caso cubano, que soportó más que ningún otro territorio americano, con excepción de Puerto Rico, la ocupación extranjera.