En un pequeño pueblo llamado El Ranchito, en Salcedo, el niño Fulgencio aprendió, desde muy temprana edad, el valor del trabajo duro ayudando a su padre en la agricultura.
Mientras cultivaba la tierra, Fulgencio también cultivaba su mente, combinando el trabajo en el campo con los estudios. Recuerda las largas caminatas descalzo hasta la escuela, chapoteando el lodo y luchando con la dificultad del terreno, pero siempre con el deseo ferviente de aprender.
A pesar de las dificultades, la familia de Fulgencio siempre encontraba formas de subsistir. La luz del sol lo sorprendía machete en mano, desyerbando el pedazo que su papá le asignaba de las tareas de tierra que poseía.
De camino a la parcela fingía que bostezaba para que lo dejaran jugando con los amiguitos, recuerda que su padre respondía “este desgravado me va a tragar”.
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Su madre cocinaba temprano por la mañana para que él y sus hermanos pudieran comer antes de irse a clases.
A pesar de eso el negocio familiar no le generaba ingresos. Fulgencio, el segundo de cuatro hermanos, buscaba maneras de ganar dinero, como recoger café pichao (el roído por los ratones), para luego venderlo y también trabajaba en la cosecha de otros agricultores durante los fines de semana.
Sin embargo, la vida en el campo era dura y llena de limitaciones. La familia de Fulgencio se enfrentaba a dificultades económicas constantes, lo que motivó a su madre a tomar una decisión audaz: mudarse a la capital en busca de mejores oportunidades.
Fue un cambio difícil para un adolescente de 14 años, pero Dominga de Jesús Cruz lo entendió necesario para perseguir sus sueños de educación y progreso para sus cuatro pequeños.
Con lágrimas y voz entrecortada, no encuentra las palabras para agradecerle a su madre ese sacrificio y se confiesa afortunado de aún poder abrazarla a los 93 años.
Otra realidad
Un hermano de la doña le dejó su casa en alquiler y le vendió un colmado en Los Mina. Allí, la familia vivió en condiciones precarias, luchando contra la dificultad económica día a día.
Sus asombrosas calificaciones le abrieron puertas en el liceo Ramón Emilio Jiménez, aún luego de cerradas las inscripciones.
La añoranza lo transportaba a los días en que tras jugar pelota o la plaquita en el campo se refrescaba con un chapuzón en el arroyo Jayabo.
El detallista
A pesar de los desafíos, se involucró en actividades comerciales junto a su madre, convirtiéndose en comerciante detallista. Esta experiencia le enseñó la importancia de la perseverancia en tiempos difíciles.
El bendito colmado solo daba para el sustento alimenticio y afirma lo vio quebrado en cinco ocasiones. Aún así llegó a ser directivo de la Asociación de Pequeños Comerciantes (Asopeco).
A medida que crecía, su deseo de superarse a sí mismo se hacía más fuerte. A pesar de la estrechez económica, ingresó a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) para estudiar la carrera que soñó desde la infancia.
Durante sus años universitarios su amor por la lectura y su deseo de hacer del mundo un lugar mejor encontraron un nicho en el estudio de la teoría marxista, allí afloraron sus ideas revolucionarias que buscaban una transformación positiva en la sociedad.
El médico
Se involucró en movimientos políticos y sociales, inspirado por su compromiso con la justicia social. Se unió a la Unión Patriótica y luego cofundó el Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD) en 1981.
Afirma que se hizo médico mucho antes de graduarse de la universidad, luego de que la directora del Salvador B. Gautier accediera a su solicitud de practicar en el hospital y lo asignara en el área de Emergencias.
El denominado hospital del Seguro Social ha sido su casa y escuela. Sus fuertes lazos afectivos con ese centro lo llevaron a aceptar temporalmente la pasantía en Villa Altagracia hasta lograr finalmente su traslado al Gautier.
Después de graduarse de la UASD, el Dr. Severino se especializó en cardiología y medicina interna. En el camino sorteó obstáculos tanto profesionales como personales.
El político
Fue detenido en varias ocasiones por participar en huelgas y manifestaciones, lo que le valió tiempo en prisión. Recuerda que en el 1988 se “tiró tres meses y medio preso en La Victoria” por un tumba Gobierno o bomba de fabricación casera que detonaron en la víspera de una huelga. A pesar de las adversidades, se mantuvo firme en su compromiso con la justicia social y la lucha por un sistema de salud más equitativo y accesible para todos.
A medida que avanzaba en su carrera médica, también se dedicaba a actividades gremiales, liderando la oposición a la privatización de la Seguridad Social en el país.
A través de su participación como vicepresidente de la entonces Asociación Médica Dominicana (AMD) en 2000, y su liderazgo en la lucha por los derechos de los trabajadores, logró importantes avances como impulsar la creación del SeNaSa y la inclusión de disposiciones en la Ley de Seguridad Social para proteger a los empleados públicos.
Este médico prominente es el jefe de cardiología de su casa y escuela, el hospital Salvador Gautier, desde 2008. Mantiene su enfoque en la educación y el conocimiento como herramientas para la transformación.
Continúa en la búsqueda constante de formas para mejorar y contribuir positivamente a su comunidad y a RD, esta vez como candidato presidencial por el Partido Patria para Todos (PPT) en las próximas elecciones del 19 de mayo de 2024.
Desde sus humildes comienzos en el campo hasta su destacada carrera como médico y líder social, ha sido un ejemplo de superación, determinación y dedicación al servicio de los demás.
La historia del doctor Severino el hijo, padre y esposo es un testimonio inspirador de cómo la perseverancia, la pasión y el compromiso con la justicia social pueden llevar a grandes logros.