De la Tremenda Corte a los
«realities shows» radiofónicos

De la Tremenda Corte a los<BR>«realities shows» radiofónicos

RAFAEL ACEVEDO PÉREZ
Muchos dominicanos hemos disfrutado por décadas de La Tremenda Corte, en el cual un grupo de actores personifica una serie de arquetipos de gran representatividad de la vida en La Habana de los años 1950. Aparte del gran ingenio y creatividad de los guionistas, se destaca el lenguaje saleroso, pícaro y repentista de los actores.

El Juez, sobrio y autoritario, representa la clase media de La Habana. Es la ley y el establecimiento, habla correcto y con firmeza, aunque tiene la chispa y la sagacidad del cubano, así como momentáneos amagos de desdoblamiento y chabacanería. Rudecindo, comerciante español, que combina gracia y salero de origen con torpeza gallega, es de donde tienen que sacar su sustento otros personajes. Nananina, representa a la mujer y al mulataje, la que en su juventud fuera codiciada de los hombres, ya divorciada y entrada en edad, tiene que buscárselas conquistando al forastero, quien delira por esa carne asoleada de nuestras criollas.

El personaje central era el incorregible Tres Patines, experto en engañar al español, gastarle bromas a la añejada mulata y escabullírsele al juez mediante inverosímiles ocurrencias y hábiles juegos de palabras. Representaba al pueblo llano, inventando trucos para sobrevivir o no trabajar, desarrollando nuevas formas de evadir las reglas de un Estado-Sociedad en que se sabe poco representado.

En este cuadro, si bien son habituales el dolo y la trapacería, no así las expresiones soeces. Nunca la alusión a personas reales, que no fuera sanamente jocosa.

Cabe al punto la reflexión sobre lo que ha sido el humor criollo en muchos programas, caracterizados por el poco material creativo, por la pobreza de los diálogos y la abundancia de palabras groseras y proposiciones insinuantes. Y sobre una notable variante radiofónica que califica de manera curiosa y bastarda entre los programas de entretenimiento, se presenta en los híbridos noticiosos y de comentarios que se transmiten en horas de la mañana y de la tarde, que con apariencia formal de paneles socio- políticos, concitan notable aprecio de gran número de oyentes a nivel nacional.

En estos programas, lo más característico es que los actores se representan a sí mismos y a una facción política, de la cual son personeros y personajes, la cual, a su vez, en su mayoría, son seguidores y simpatizantes de los grandes partidos políticos. El guión se cifra en dar noticias y presentar novedades del acontecer nacional, pero con matizaciones y elucubraciones cargadas de color partidario. Uno de los elementos más atractivos es la difamación de personas y figuras públicas que de algún modo sean posibles objeto de beneficio político de su partido y daño al contrario. Se trata de lo que se conoce hoy día como «reality show», un espectáculo entretenido en el cual los personajes son reales, en este caso, parte del drama social y político nacional, que se caracteriza por ser un enfrentamiento entre tres corporaciones político-económicas, que son, a la vez, competidores y socios en grandes negocios a costa del Estado.

Este show es seguido con afán por miembros y simpatizantes de los partidos, con un interés y devoción que combinan el morbo pecuniario de un seguidor de bolsa, con el entusiasmo de un gallero. Si se insulta a alguien y eso sube los bonos y las posibilidades de su partido, hay algarabía en las graderías; si se alaba una acción del gobierno, unos aplauden y otros bufan.

Este espectáculo radial no deja de ser instructivo, de hecho es el mejor informado del país, pues tiene de soporte todos los soplones a sueldo del Gobierno y la oposición. A veces puede ser educativo y de valioso servicio público. Pecan de un lenguaje grosero y obsceno, no apto para personas de buen gusto, ni para menores. Una lastima, porque esta tragicomedia degrada valores y famas. El público inocente parece no darse cuenta que a cambio de una ilegítima y pírrica diversión, con cada función pierde parte de su dignidad personal y de su porción de fuero patrio, los cuales se enrarecen en cada lance, en cada estocada trapera, en cada beso, como el de Judas, traicionero. ¡Dios los perdone y los mude a mejores causas!

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