De ladrones, asesinos y sinvergüenzas

De ladrones, asesinos y sinvergüenzas

GABRIEL R. ROEDAN HERNÁNDEZ
Si ninguna de las palabras del título de este artículo son impublicables, ni obscenas, como tampoco lo son las palabras «atracadores, criminales, violadores y secuestradores», ¿por qué en la prensa escrita y las ondas habladas de la radio y la televisión han sido sustituidas por palabritas cariñosas, suaves y permisivas, tales como corruptos, prevaricadores, maleantes, delincuentes, revoltosos, desviados, malcriados, anti-sociales, etc.?

Desafortunadamente estas palabritas suaves no molestan ni ofenden a nadie en esta época de tanta permisividad. Los acusados se ríen de ellas con las muelas de atrás. Usemos las palabras básicas claves y contundentes, para que se asusten, aunque antes de los veredictos judiciales le antepongamos la palabra «presunto». Llamémosle al pan, pan, y al vino, vino. ¡El que roba el dinero o los bienes del Estado es el peor de los ladrones, pues le roba a su propio país, a su propio pueblo, a su gente pobre, y pone por el suelo nuestro escudo, nuestra bandera y la memoria de nuestros padres de la patria!

No tengamos compasión de los ladrones; busquemos las fortunas robadas para devolverlas al erario público. Y a ellos, junto a los asesinos y sinvergüenzas, ¡la humillación de la cárcel! De no imponer castigos ejemplares, ¡nunca se acabará la fiesta!

Es cuestión de semántica. Las palabras «ladrón, asesino y sinvergüenza» son temidas por la gran mayoría ante sus semejantes y la sociedad en general. ¡Usemos ese látigo de duro cuero, no uno con plumas de seda!

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