Bien sabemos a qué se refiere el título de éste trabajo. Indignante recordatorio de como se le tomó el pelo impunemente a medio mundo. Pretexto repetido una y otra vez asegurando que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Contra toda lógica y evidencia Bush lo repetía con un buen coro del británico Tony Blair y el español José María Aznar. Patética aquella intervención de un general prestigioso de Estados Unidos, Colín Powell, – que muchos consideraban podría ser el primer presidente negro del país -tratando de convencer, y convencerse él, que eran ciertas supuestas fotos de plataformas de lanzamiento instaladas sobre “patanas”. Powell, obligado a hacer ese ridículo, confesó que fue el día más “doloroso” de su vida y su “peor error político”. Efectivamente, montada en “patanas” naufragó su carrera política futura. Destrozado Irak nunca aparecieron las armas de destrucción masiva y EEUU reconoció que no existían.
Casi veinte años después se repite la estrategia ahora centrada en China y la “creación en laboratorios”, contra toda evidencia científica y de inteligencia, del coronavirus que maliciosamente Beijing habría utilizado contra el mundo y especialmente contra Washington y la candidatura reeleccionista de Donald Trump. Sabemos, porque científicos estadounidenses, entre otros, y los propios servicios de inteligencia norteamericanos lo han confirmado, que el mortal virus es natural. No importa que algunos incautos o incondicionales ideológicos, todos ellos con indiscutible vocación coral (de coro) lo repitan. Nadie puede sorprenderse que los “cinco ojos” – EEUU, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda – hagan causa común porque la vienen haciendo desde hace más de 60 años en plena “Guerra Fría”, antes contra la URSS y ahora contra China. Pero los tiempos cambian: el artífice acusador es el mismo, un presidente del mismo partido republicano, pero China no es Irak y, por supuesto, el objetivo no es justificar un ataque militar. La afectación cerebral del coronavirus no llega hasta ahí.
Toda la disquisición imaginaria sobre indemnizaciones de China, descontar compensaciones de la multimillonaria deuda que tiene con China, quitarle la “inmunidad soberana” para presentar querellas contra ella, no van más allá del imaginario trasnochado. Se pensaba, porque así lo dijo Trump, que el asunto vendría por la aplicación de aranceles, sin embargo, ambas naciones acaban de ratificar el acuerdo comercial de enero que, supuestamente, inició el fin de la “guerra comercial”. El problema es que China tiene para dar “vuelto”. Sería una catástrofe económica y electoral que las exportaciones de los granjeros, fuerte base electoral de Trump, resultasen ahora afectados. Además, obsérvese que después de la conversación de finales de marzo con Xi Jinping el presidente dejó de usar el término “virus chino” que tanto ofendía a Beijing.
Múltiples informes de la OMS desde finales de diciembre confirman – su gran pecado – la reacción correcta de China y la transmisión permanente de información. El equipo de 25 científicos de la OMS que visitó China, varios de ellos estadounidenses, lo confirman.
Entonces, ¿qué quiere EEUU? Meter miedo con China, que en el escenario internacional post viral China pierda influencia y obstruirle la “Ruta”. Sin embargo, para la recuperación necesitarán más que nunca a Beijing. Lo veremos