De las montañas al mar

De las montañas al mar

En los pasados días el país contempló una serie de fuegos forestales que consumieron lo que hasta ahora parece ser la más devastadora destrucción de bosques de los últimos 20 años, según las estadísticas oficiales.

Gracias a la colaboración de Venezuela y la Divina Providencia, fueron totalmente extinguidos cuando parecía que continuarían inexorables hasta consumir el material incandescente del bosque.

Justo cuando aún se estaba en la etapa final del combate de esta destrucción, HOY puso de manifiesto el descuidado estado del Acuario Nacional.

Fue, sin dudas, una coincidencia periodística, podríamos decir. Dos noticias que son reveladoras de una circunstancia particular que parece afectar nuestro medio ambiente.

Esta circunstancia es la falta de criterio en el manejo de los temas ambientales, no sólo por parte de muchas de nuestras autoridades, sino también por parte de grupos destinados a la educación.

Los bosques, sobre todo los contenidos en nuestros parques nacionales, son sagrados y deberán preservarse por encima de cualquier otro objetivo social o político, porque de ellos depende la subsistencia de las fuentes de agua y por tanto de la vida humana, no sólo de la República Dominicana sino para una parte importante de Haití. No hay que olvidar también que los bosques y el agua involucran la seguridad nacional.

Pero esos bosques y todos nuestros recursos naturales no podrán preservarse mientras persista la ignorancia de gran parte de las personas llamadas a conservarlos o contribuir con su preservación.

Una muestra de esta situación, es el Acuario Nacional. Esta muestra de vida marina – que debe servir para educar a la población sobre una parte importante de los recursos naturales de que dispone la isla y que debe preservar – se caía a pedazos cuando fue visitada por reporteros de HOY.

Para que se llegue a un estado de deterioro como ese, tiene que haber transcurrido mucho tiempo e incluso tiene que haberse acumulado mucha desidia.

Estos dos extremos de un mismo problema son paradigmáticos.

Estamos destruyendo la oportunidad de educar a la población, pero especialmente a las generaciones futuras, sobre la preservación de los recursos naturales, que son la base de nuestra existencia misma como nación. Pero al mismo tiempo se están destruyendo ante nuestras narices importantes recursos que estamos obligados a preservar a toda costa.

Será imposible para nuestros hijos sobrevivir en un medio estrecho – en el que una densa población compartirá un escaso territorio –, si predomina la ignorancia de conceptos de preservación y sostenibilidad.

Estos, más que conceptos, deben ser adoptados como preceptos por nuestra generación para garantizar la supervivencia de la próxima, e inculcarlos en cada uno de nuestros ciudadanos.

Es innegable el esfuerzo que hicieron nuestras autoridades para combatir los fuegos. La preservación de esa riqueza demandará una eterna vigilancia. Los fuegos seguirán, pero sus efectos serán menos desastrosos, no sólo en la medida en que tengamos equipos y preparemos personal para combatirlos, sino también que esos recursos se preservarán mejor en la medida en que seamos capaces de entender sus repercusiones en nuestras vidas. Es innegable, también, que necesitamos preservar el Acuario Nacional como un elemento fundamental en la educación sobre la importancia de la vida marina en todas sus dimensiones.

La educación es fundamental en este caso y no admite equivocación ni postergaciones.

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