De legítima sospecha

De legítima sospecha

CÉSAR PÉREZ
Mueve a legítima sospecha la extraña coincidencia que en los días finales de los salientes legisladores, el gobierno les envíe, para su conocimiento y aprobación, contratos y prestamos lesivos a los intereses nacionales. Esto motiva una reflexión sobre la relación que existe entre la corrupción en sentido general y la institucionalidad en la sociedad dominicanaEntre esos contratos, hay dos relativos a las activida des inmobiliarias, el uno es el envío al Congreso del escandaloso proyecto de la isla artificial y el otro sobre conformación de una empresa privada de dudosa factura en cuanto a su constitución y forma de operación, que gestionaría las actividades que en materia de construcción es competencia de la oficina gubernamental, Bienes Nacionales.

Esto nos permite recordar el papel que tuvo la especulación edilicia, en materia de actividad inmobiliaria, en el fortalecimiento de la mafia siciliana de la década de los 60. En efecto, la primera actividad de la mafia se circunscribía básicamente a las acciones de extorsión. En la mencionada década se produjo en Italia y toda Europa, el auge de la construcción facilitó a la mafia su vinculación con esa actividad a través de los poderes del estado y particularmente de los ayuntamientos, participando, a veces

conjuntamente con estas, en la construcción abusiva (ilegal) y la reclasificación de suelos (conversión de terrenos rurales en suelo urbano), logrando engrosar sus arcas e incursionar en otras actividades aún más lucrativas.

El auge de la actividad inmobiliaria constituyó no sólo la principal fuente de acumulación de la mafia, sino también de grupos y facciones de algunos partidos de los sistemas político y financiero. Fue el momento en que surgió la triada: política-industria de la construcción- sistema financiero, como un sistema de corrupción del cual las dos últimas componentes de esa triada se valen de la primera y esta de aquellas, de la que veces participa la delincuencia organizada. En sentido general, en otras ocasiones he planteado que la construcción fue la base de los modelos económicos de dominación política y de acumulación originaria de capital que sirvió para reproducir los gobiernos tanto de Trujillo como de Balaguer, y a la sombras de estas figuras se reprodujeron como grupos algunos sectores económicos y políticos. De igual manera, en cierta medida, la construcción ha sido la base en que ha descansado el modelo de los gobiernos y PLD y la reproducción del poder y del capital de algunos grupos vinculados o dirigentes de ese partido.

En cierta forma, en nuestro país la triada: política-industria inmobiliaria-sector financiero se expresa en algunas construcciones del estado, en determinados permisos muchas veces irregulares a inversionistas nacionales y extranjeros para construcción de obras de infraestructuras para la explotación y apropiación de recursos naturales de carácter publico, como sucede en con la privatización playas y áreas protegidas para proyectos hoteleros o inmobiliarios, como, por ejemplo, el que se pretende hacer en Bahía de las Águilas.

Este gobierno inició su política de construcción con el metro, ahora la acentúa con su con incursión en la actividad inmobiliaria mediante una jugada política de impacto muy negativo para la institucionalidad del país.

Ello así, porque para el gobierno hacer pasar el contrato a la empresa privada que los derechos a la comercialización y venta de los principales activos de la empresa estatal Bienes Nacionales y reintroducción, para los mismos fines, el proyecto inmobiliario de la isla artificial defendido desde Palacio por un secretario de estado, muy activo en el mundo inmobiliario, se ha valido de un congreso cuyos legisladores son salientes.

Al hacer la presentación y aprobación de esos y otros proyectos no menos lesivos al país en un Congreso cuya mayoría aún pertenece al opositor Partido Revolucionario Dominicano, se logra que sea este partido quien asuma la responsabilidad de los hechos, sin que la dirección de ese partido, sumida en su irreparable locura, sea capaz de impedir el despropósito. Ese hecho puede calificarse de bellaquería política que socava la institucionalidad y la calidad de la representación partidaria en nuestro país. Igualmente puede tenerse la legítima sospecha que de nuevo el “hombre del maletín” visitó a algunos legisladores, reiterándose de ese modo una de las tantas formas de corrupción política en este sistema.

Preocupa el hecho que, a pesar de los numerosos casos de corrupción ocurridos en el presente gobierno, su partido mantenga un monolitismo suicida sin que ningún dirigente se caracterice por su reiterado desacuerdo sobre opciones de inversión del gobierno evidentemente contrarias al interés nacional, tales como: entre otras sospechosas inversiones, la construcción de un metro cuya línea de origen y destino significaría apenas la cobertura de menos del 14% del flujo de pasajeros de la capital, la construcción millonaria de un parque en Santiago asignada a una persona ligada a escándalos de corrupción, etc.

La coincidencia de esos hechos con el presente auge de la criminalidad, indica que estamos tocando fondo y ante una de las peores expresiones de la acumulación originaria de capital. Frente a semejante circunstancia, es necesaria la acción articulada de fuerzas de todo el espectro político del país, incluyendo a muchos silentes y descontentos de los partidos del sistema, para invertir la tendencia hacia el despeñadero. Acción sustantiva y no circo es lo que necesita este país.

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