De lo ético a lo odioso

De lo ético a lo odioso

Toda conducta ética importa unos determinados modos de proceder. El más trascendente de esos modos implica aprehender la integridad. Quien es íntegro se respeta a sí mismo, por respeto a los compromisos y obligaciones asumidos por sí y ante la sociedad. Es entonces cuando se habla de la persona de conducta ética, pues en virtud de su integridad no faltará a su responsabilidad de conciencia. Quien altera el curso de las obligaciones asumidas ante otros, carece de integridad. Y no tiene sentido de lo ético.

Lo odioso no es antónimo de lo ético. Ni viceversa. Ambas acepciones proclaman y explican manifestaciones distintas del ser humano. Por estos días, sin embargo, se tornaron definiciones unívocas de un solo comportamiento. Correspondió al Magistrado Procurador General de la República, Radhamés Jiménez, aludir al desliz ético. Nada del otro mundo. Una tontería. Más vehemente, si algunos quisiesen decirlo de otro modo, condescendiente en busca de precisión, el Dr. Marino Vinicio Castillo, habló de lo odioso. Yo me quedo con lo de odioso.

Aunque, advierto, me gustaría más hablar de conducta inmoral e ilegal. ¿Acaso no le decimos a la sociedad que sometemos por “lavado de activos” a quienes negociaron con personas del entorno de José Figueroa Agosto? ¿Comete un desliz ético quien lleva a cabo similar operación, con el agravante de que se halla entre los perseguidores? Es probable que, por equivocación, estuviere “lavando pasivos”.

Vincho, por tanto, resaltó la conducta odiosa. Es decir, aquella actuación consciente o inconsciente, en que predomina el sentido del aprovechamiento. Ello es odioso, porque despierta aborrecimiento. Al notable abogado, no obstante, se le escapó recordarnos que tal vez esta sea la percepción en una sociedad diferente. Aquí, en donde nada se condena y todo se pasa por alto, el simple desliz ético no tiene por qué despertar rechazos. Otros han hecho cosas peores y nadie los condena.

Vale empero, que tomemos nota para los fines de establecer un nuevo, llamativo y singular código ético. Un código del acontecer dominicano que no por inusitado tendrá que ser visto de reojo. Después de todo, él registrará, asentará y regulará los deslices éticos en la sociedad.

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