De lo sencillo a lo complejo

De lo sencillo a lo complejo

Cuando comenzó a hablarme de sus problemas económicos no pude más que fijarme en su nuevo iPhone, la pulsera brillante, el pantalón recién estrenado y la espléndida blusa que se ponía por segunda vez.  Escuchándola, además, recordé todas sus salidas y la forma tan desenfadada en que gasta su salario. Pero está en crisis, eso decía mientras apenas la escuchaba, porque los trabajos están más escasos que nunca. No fue mucho lo que dije. Pero sí lo que pensé. Porque, ¿puede entenderse que alguien que está en malas gaste el dinero en cosas vanas? ¿No es más lógico recogerse, dejar de salir a la calle y olvidarse de aparentar un estatus que ya se ha perdido?

Para mucha gente pensar en eso es como aniquilarse. Es preferible gastar lo que no se tiene, y mantener  el nombre, que asumir las circunstancias y ajustarse el presupuesto a lo que se puede.

De eso no escapa ni el gobierno. La muestra es la cumbre en la que estamos inmersos. Aquella que, en lugar de realizarse en cualquier espacio modesto, tiene lugar en el fastuoso Hilton.

Aunque siempre hemos visto que los organismos internacionales, las secretarías, las organizaciones no gubernamentales y hasta algunas instituciones de la sociedad civil se reúnen para hablar de pobreza y subdesarrollo  en ambientes ostentosos en los que disfrutan de exquisitas atenciones, esta vez no debió ser así. Y no debe porque se supone que lo que se tratará en la cumbre es cómo lidiar con la crisis económica. Para hacerlo, la primera medida que debe tomar el gobierno es invertir nuestro dinero en resolver los asuntos que nos agobian en lugar de dilapidarlo.

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