Hoy 
Por si quedaba alguna duda del riesgo que conlleva el que Haití permanezca a merced de bandas criminales por vacilaciones y falta de compromiso de la Comunidad Internacional con la democracia y el Estado de derecho como bien universal, ahí está la amenaza del líder de los insurrectos de llevar al vecino país a un genocidio si no se aceptan sus condiciones. Su meta es hacer saltar a Ariel Henry y poner fin a lo poco que queda de ley y orden. Comenzaría el reinado del tal Barbacue con ínfulas de emperador de horca, cuchillo y miles de víctimas en su haber. Su preferencia por matar masivamente sin que aparezca alguien que le cierre el paso colocaría a la República Dominicana en la inminencia de una invasión migratoria mayor a la acostumbrada por una calamidad que tiene disparados los desplazamientos de muchos que huyen a la barbarie sin tener que salir de su geografía. De expandirse en esa vecindad la conculcación de derechos y despojos a un pueblo pobre se multiplicaría la pretensión de buscar refugio con estampidas hacia este lado de la frontera.
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Las Fuerzas Armadas dominicanas no deberían ser puestas en el desafío de detener, con resultados impredecibles, a multitudes dominadas por el terror y sintiendo que por la retaguardia la muerte les pisa los talones. Ahora o nunca, el Consejo de Seguridad de la ONU debe pasar de intenciones a los hechos. De la consumación de las peores predicciones en ese sentido deberían ser responsabilizados aquellos que tienen recursos y pactos para proceder y no lo hacen.
